Pesa el coronavirus.
Mi amiga se negó a besarme; la TV muestra una Italia como árbol sin hojas. Recordé las pestes de la Historia.
No hay tratamiento para el covid-19.
En mi taller de arte nos besamos, nos abrazamos. Hasta que una agrónoma anunció: “No tocaré a nadie”.
“¡Ya!” —dijo la maestra Teresa—, “¡fin a los besos!”.
El N.Y. Times dibujó el proceso de contagio. Explica que el virus maldito tiene una cubierta grasosa que el jabón deshace. Es fundamental lavarse las manos seguido.
Basta tocar una manilla, un teclado, un cajero automático, un teléfono utilizados por un enfermo y… ¡contagio!
Cuando llegan los nietos, grito: “¡A lavarse las manos!”. No se trata de mojarse con jabón. Hay que cantar dos veces “Cumpleaños feliz” y hacer una coreografía con dedos y palmas bajo el agua, que he debido aprender.
Mantengo distancias, evito aglomeraciones. Me tensa usar el transporte público. Me escandaliza que los sacerdotes estén contagiándose y contagiando a otros dando la comunión en la lengua. En cuanto pueda, me vacunaré contra la influenza.
Celebré al Ministerio de Salud que suspendió el Lollapalooza. Y el viernes me gustó mucho que el Presidente encabezara el manejo de la pandemia, coordinando ministerios, incluyendo a las Fuerzas Armadas, robusteciendo el sistema de salud y llamándonos a la generosidad.
Y dio directivas (http://bit.ly/38QfcXZ).
Emigraron los tres nietos que viven conmigo, por acuerdo entre mis hijos; quedamos solos mi mujer y yo, en edad de riesgo.
En “El Mercurio” vi al ministro de Justicia encabezando la vacunación de presos contra la influenza. No los olvidaron, bien.
Rectores y directores ante el coronavirus no tienen mucho que pensarlo, el Gobierno dio pautas para proceder. Oportunidad para ensayar la teleducación.
Italia cerró iglesias y empresas, salvo las indispensables. Fomenta el teletrabajo. Otra oportunidad.
No sé cómo habrá que sepultar a quienes mate el virus; el Ministerio de Salubridad de España ya puso instrucciones en su web. Irán cava fosas comunes.
En la BBC escuché al primer ministro inglés advertirles a sus conciudadanos que “muchos verían partir a sus seres queridos”. Qué valor, hablar con la verdad.
Las etapas de contener, retrasar y mitigar el mal, ineludibles, se nos vienen encima. El director general de la Organización Mundial de la Salud llamó a responder como comunidad. Las recomendaciones están en http://bit.ly/2IL5lIa.
Uno puede donar en www.COVID19ResponseFund.org a un fondo mundial.
El Papa Francisco, que tiene un único pulmón, bendice por videoconferencia. Se suspenden los congresos. Las líneas aéreas ofrecen pasajes baratos. Aplazan la Copa del Rey para mayo. Expomin y la Fidae se suspenden. ¡Ah! Y las bolsas… ni hablar.
Esperan en el hemisferio norte que, con los calores veraniegos, el virus se apaciguará. Vendrá a nuestro invierno.
El Dr. Tomás Pérez-Acle, de la U. de Valparaíso, modeló la expansión del virus en Chile: en el invierno tendremos 20 a 30 mil infectados.
Pesa el virus; acataré las indicaciones.