Sorprende que cuando los jóvenes parecen tener la sartén por el mango sean dos septuagenarios —Joe Biden y Bernie Sanders— los que encabezan la lista de los precandidatos demócratas para competir con otro setentón, Donald Trump. Un fenómeno difícil de comprender, más aún cuando en la berma quedan aspirantes juveniles, con menos trayectoria, pero de gran peso político, con buenas ideas, carisma e incluso con capacidad de recaudar fondos.
Uno de ellos es sin duda Pete Buttigieg, el exalcalde de una deteriorada ciudad de Indiana, exveterano de guerra, gay, de 38 años, egresado de Harvard y Oxford, quien cuando anunció su candidatura, el año pasado, destacó que Clinton, Bush y Trump eran coetáneos, y que era tiempo de “darle una oportunidad a la generación siguiente”, aunque la suya más bien es la subsiguiente. Calza con lo que estamos viendo en todas partes, millennials que buscan protagonismo.
Buttigieg dejó atónitos a sus “mayores” —viejos políticos que han estado por años en Washington— al ganar el caucus de Iowa y empatar con Sanders en New Hampshire. Pero se bajó de la carrera para fortalecer las opciones de Biden. A pesar del desprestigio del establishment político (el Congreso norteamericano tiene una aprobación de menos del 20 por ciento), estos capturan el apoyo de la base demócrata, que prefiere, parece, la experiencia y las caras más conocidas.
Pero a Buttigieg hay que seguirle la pista, porque ha mostrado tener potencial, es ambicioso, tenaz y, obviamente, prepara su futuro político. En pocos meses se convirtió en una figura nacional, un logro difícil teniendo tan poca trayectoria, por lo que debe trabajar duro para mejorar su nivel de conocimiento en el electorado y su llegada a sectores clave, como los afroamericanos.
Su temprano retiro de la competencia y su rápido respaldo a Biden, con quien comparte puntos de vista “moderados” (en contraste con el “socialista” Sanders), la voluntad de “unir a los estadounidenses” y sobre todo “ganar a Trump”, hacen prever que jugará un papel importante en estos meses. Si el exvicepresidente gana la nominación, Buttigieg podría tener algún papel en la campaña. El premio mayor sería acompañarlo en la boleta como vicepresidente.
Hasta julio pueden pasar muchas cosas, porque la competencia entre Biden y Sanders será dura y con final incierto. Más incierto aún es lo que ocurra en noviembre. Trump es un rival difícil. Pero cualquiera sea el resultado, Buttigieg, por ahora, se ve como la estrella ascendente, con un lugar probable como precandidato para 2024. Para entonces, Biden tendrá 81 y Sanders 82, y él recién habrá cumplido 42 años.
Lo importante, en todo caso, es el aporte que Buttigieg pueda hacer para renovar la ideología del Partido Demócrata que, con Sanders, demuestra tener un sector, de viejos y jóvenes, que enarbola el añejo ideario de la izquierda de los sesenta.