Recorriendo profundamente la Región del Maule buscando a quién comprar verduras y frutas de sus plantaciones, pude conversar con pequeños, medianos y no tan medianos agricultores, algunos proveedores de empresas. Inexorablemente la conversación concluyó en la sequía. La angustiosa incertidumbre por el futuro predomina. ¿Esperar un invierno lluvioso? Focalizan su preocupación en los cultivos de que viven y en el próximo verano, reclamando: “Llevamos 11 años con lluvia bajo lo normal y el año 2019 fue el más seco de los últimos 50 años. Sabiendo hace tiempo la situación, las autoridades no hicieron nada, confiaron que el invierno siguiente sería lluvioso”.
La inquietud es razonable, más todavía considerando datos duros del contexto global: entre las regiones de Atacama y Maule el déficit pluviométrico es de 97% y 66%, con un promedio de 75%. Para la Región Metropolitana es de 72%. Tenemos menos lluvia, menos nieve, los caudales de los ríos de las cuencas entre Huasco y Maule han disminuido severamente, al igual que los embalses y los niveles de las aguas subterráneas, por mayor explotación particular. Se han decretado zonas de escasez hídrica en la Provincia de Aconcagua, donde se concentra la situación más crítica hasta el momento, añadiéndose Maule y ahora Ñuble. ¿Bastará la difusión por los medios para una real toma de conciencia sobre el riesgo rural?
Las respuestas al problema han sido reactivas; durante años no se efectuaron acciones preventivas o proactivas. Ahora el Gobierno ha destinado importantes recursos para apoyar a pequeños y medianos agricultores y apicultores de las regiones más afectadas, y conjuntamente ha convocado a mesas de trabajo que han sugerido una serie de iniciativas, como la de rezonificar ciertos cultivos acorde con los cambios climáticos experimentados en regiones, reformar el Código de Aguas definiendo planes de riego eficientes y la institucionalidad del agua globalmente, apuntando a fiscalizar con eficacia los volúmenes de extracción subterránea y las formas ilegales de suministro, incrementando las multas. Por otra parte, se considera construir más pozos subterráneos, plantas desalinizadoras —ya utilizadas en el norte para agua potable y la minería— y se estudia la captación de vapor de agua cordillerano. Disposiciones que son beneficiosas y más de fondo, pero cuya concreción es a mediano y largo plazo.
Pienso en mis conocidos maulinos, que multiplico nacionalmente por miles. Si el abastecimiento de agua potable urbana no es seguro y puede haber racionamiento, el mundo rural se verá bastante más damnificado. Me dijeron: sus fuentes de agua potable se agotan y el suministro será mediante camiones aljibe, un servicio de baja calidad y de suyo inconstante; dejarán de regar plantaciones y suspenderán determinados cultivos. Es lo que temen. La desalinización es positivamente una buena alternativa, incluso en el agro, pero en el campo su implementación es de altísimo costo. Se trata del sector que debiera ser prioritario, por el aporte productivo que representa, por los innúmeros pueblos o poblados disgregados y sus extensas familias que dependen esencialmente de la tierra.