Señor Director:

Agustín Squella sostiene, en su columna de ayer, que “no es ético (…) usar o pretextar la violencia (…) para oponerse al cambio constitucional en marcha”. Reprocha que la evidencia sobre los excesos de la izquierda se utilice “como pretexto para atemorizar acerca del proceso constituyente” y nos advierte contra “hacer política desde el temor, desde el ya majadero anuncio del fin de los tiempos”.

Concuerdo con el espíritu de fondo —el rechazo del miedo como móvil fundamental de la política—, pero habría que extenderlo contra quienes ya han amenazado con más violencia si gana el “Rechazo”.

De hecho, el profesor Squella incurre en esa política del miedo cuando insinúa que podríamos “acabar poniendo los laureles de la victoria en la cabeza de quienes con su violencia en las calles se oponen a mucho más que a una nueva Constitución”.

¿Qué es esto sino sumarse a la campaña del terror de quienes nos amenazan con el infierno si tenemos éxito en la defensa de la Constitución?

Estoy de acuerdo con don Agustín: ¡no tengamos miedo! No hagamos una campaña del terror, sino, por el contrario, promovamos una movilización épica, heroica, basada en la dignidad de un pueblo que no les tiene miedo a los que quieren extorsionarnos con la violencia desatada desde el 18 de octubre, o con la más sutil amenaza de que la democracia estaría en peligro si la mayoría de Chile prefiere conservar la Carta Fundamental.

¿Cómo será antidemocrático hacer lo que la mayoría prefiera?

Cristóbal Orrego Sánchez
Abogado