Los torneos chilenos son de baja calidad y de poca monta.
El acuerdo es general y ni siquiera se escucha dramático, porque ya se asume como parte de la realidad y los equipos nacionales sufren la afrenta cuando los rivales son extranjeros y los clubes apenas superan etapas, rasguñan octavos de final y así desaparecen de las copas Libertadores y Sudamericana.
Esa mediocre normalidad se detecta semanalmente y a ojos vista en los campeonatos, debido al juego inútil y horizontal, la poca capacidad técnica, la imposibilidad de los cinco pases seguidos y ese ritmo pausado y la dinámica de paquidermo extinto.
Mejor no hablemos de la comparación con el fútbol europeo que abunda en el cable y que es visto con admiración y envidia, pero que también deja otras sensaciones: quizás angustia, siempre desazón y puede que nostalgia.
Sentimientos que varían, claro, según la edad del chileno espectador, donde los viejos y jóvenes, en este fin de año y en otros, lo han pensado tantas veces o lo han dicho en voz alta, con signos de exclamación: “¡Somos muy malos!”.
El que estemos en esa categoría famélica no impide, por supuesto, el cariño por el equipo, el amor por la camiseta y la fidelidad a toda prueba.
El amor es así, y se quiere al esposo lelo y a la esposa porfiada de cara, y para no discriminar: a la mujer lesa y al esposo contrahecho. Y desde luego a la prole poco iluminada; pero también al país cambiante, oscilante y poco confiable; y desde luego al fútbol nuestro de cada día, pero nunca por bueno ni nada parecido, sino simplemente por nuestro.
Colo Colo quiere ser mejor equipo y consigue el retorno del mediocampista Matías Fernández, después de 12 años. Algo parecido pretendió con el delantero Lucas Barrios, que en 2018 volvió después de una década y le fue como le fue.
Universidad de Chile, en el mismo afán, recontrata al argentino Walter Montillo, que se marchó del equipo hace casi una década, y no es malo recordar que Mauricio Pinilla, en 2017, retornó después de otros diez años, meses más o meses menos, y pasó lo que pasó.
¿Será ese uno de los problemas?
Solo Universidad Católica intenta cambiar el orden de las cosas, pero siempre terminamos en lo mismo: solo la UC. Y un equipo no basta.
La norma general es que en vez de riesgo e innovación, se prefiere volver a lo conocido, como si el tiempo no pasara en vano. Equipos conservadores y timoratos que prefieren girar en torno a los veteranos con la carrera hecha y gastada, porque la gran ilusión de la “U” y Colo Colo es lograr hacer un remake. Eso sería.
Ante un ideario tan opaco, los jóvenes que sueñan con ser futbolistas concluyen lo mismo que los espectadores frente al cable: “¡Somos muy malos!”.