Lástima que la COP25 haya debido hacerse allá. Termina el viernes.

Pero, viendo los despachos, siguiendo los debates en línea, uno siente agradecimiento y orgullo.

Agradecimiento a España, como dijo el ministro Andrés Couve, por acoger la conferencia. Y orgullo, como también dijo el ministro, por los carteles: “COP25 CHILE - MADRID”.

Chile marca la COP25 (www.cop25.cl). No solo por la presidencia entregada a la ministra Carolina Schmidt, sino por la voz de compatriotas en foros, conferencias, exposiciones.

Eso, porque científicos chilenos, agencias medioambientales, ONG y organismos del Estado preocupados del cambio climático, habían preparado su participación. Ante el cambio de sede, viajaron.

Hoy es el Día del Financiamiento Verde. La Comisión Global de Adaptación al Cambio Climático afirma que invertir en el tema 1,8 billones (castellanos) de dólares, generaría 7,1 billones en beneficios.

El expresidente Ricardo Lagos participa como consejero COP25, en un panel con ministros de finanzas y con autoridades de la ONU, del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, del Banco de Inversiones Europeo, del Tesoro del Reino Unido. Nuestro ministro de Hacienda, Ignacio Briones, abrirá y cerrará las sesiones, que buscan elevar la prioridad de la inversión en medio ambiente.

La semana pasada, el micrófono pasó a varios chilenos clave. Mañana, el ministro de Energía, Juan Carlos Jobet, abre el Día de la Energía.

Las voces chilenas en la COP25 han señalado la necesidad de cooperación global y, además, los graves problemas que enfrenta nuestro país. No aparecen solo los logros.

“La era de la permisividad y la escasez de reglamentos fracasó”, dijo Carolina Morgado, de la Fundación Pumalín, en el seminario sobre conservación y cambio climático, mostrando vacíos que permiten el abuso de la naturaleza.

Esquematizar su intervención y las de Francisco Rodríguez, de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones; de Flavia Liberona, de la Fundación Terram; de Patricia Morales, de Filantropía Cortés Solari, ayuda a generar un programa país para proteger y darle lustre a nuestros tesoros (http://bit.ly/354XhMh).

Es costoso abordar esto, todo cuesta. Pero, según me enseñó un nieto que estudia Filosofía, la esperanza difiere del deseo: la esperanza toma en consideración el camino arduo para llegar al bien; el deseo es puro impulso. Mantener la esperanza, colaborar y financiar el camino es el mensaje.

Y tenemos la historia. En 1877, hace casi 150 años, en “El clima de Chile”, Benjamín Vicuña Mackenna escribió: “Queda así también comprobado que el territorio de esta faja de tierra larga i angosta, suspendida en la estension de diez grados jeográficos, contando del valle de Copiapó al de Biobio, es por naturaleza i considerada agrícolamente, de secano, de rulo, como decían acertadamente sus habitantes orijinarios, i destinada por tanto únicamente a vivir i a ensancharse mediante los arbitrios posteriores de la irrigación artificial.”

O sea, la salvación puede ser —como el daño—, antropogénica, generada por nosotros.