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Cartas
Miércoles 27 de noviembre de 2019
Salir de las trincheras
Señor Director:
La reacción agresiva de un grupo de habitantes adinerados de La Dehesa frente a las protestas pacíficas de un conjunto de vecinos de Cerro 18 dentro de un centro comercial resulta chocante. ¿Cómo puede explicarse tal conducta?
Por supuesto, hay un componente inobjetable de responsabilidad individual en estos actos: ellos, en esa dimensión, no deben ser atribuidos a un colectivo social. Pero también hay una dimensión estructural en ellos: el miedo a los que tienen menos convertido en odio.
Este miedo tiene dos probables componentes, entre otros: uno es la sensación de que los pobres quieren apropiarse por la fuerza de lo que no les pertenece en justicia. Otro es la represión de la propia sensación de responsabilidad por la situación del otro. Ambas ideas apuntan a un “no te debo nada”. Es decir, a la negación del vínculo social.
¿Por qué la negación de dicho vínculo? Obviamente, hay varias razones, pero una relevante es porque muchos adinerados viven con tanta angustia material y estrés laboral como muchos pobres, solo que relativos a mantener otro estándar de vida. Es decir, viven también en condiciones de explotación, con horror a perder lo que tienen y caer en la escala social. Luego, que otro parezca demandar recursos de uno genera terror. Más todavía si pareciera efectivamente necesitarlos más. De ahí que haya que negar a toda costa que dicha demanda tenga alguna justicia.
Uno de los objetivos de la protesta social es justamente obligarnos a la pregunta de si la vida angustiada en trincheras individuales es todo lo que hay, o si es posible reconocer el vínculo social y generar bienes públicos comunes (no necesariamente estatales), sin por ello convertirnos en abusadores que quieren vivir a costa del resto. Es decir, si es posible salir, a veces, de las trincheras. En vez del instintivo miedo, es bueno que los más acomodados nos hagamos seriamente esta pregunta. No es irracional pensar que de su respuesta depende la calidad de vida que tendrán los chilenos del futuro.
Pablo Ortúzar Madrid
Investigador IES