Hoy, en el evangelio, Jesús “quita el velo” o “revela” —Apocalipsis— los signos del fin del mundo y la venida de Cristo en gloria y majestad. Y, a continuación, anuncia a los discípulos las dificultades que van a vivir en la expansión del Reino de Dios: “Antes de todo eso les echarán mano, perseguirán, entregándoles a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoles comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre” (Lucas 21,12). Los numerosos templos y capillas que han pintado, rayado y escrito amenazas. Edificios de culto en que se han quebrado ventanas y vitrales y los menos —gracias a Dios— que han sido quemados. ¿Qué tiene que ver la Iglesia con las AFP, los TAG, las pensiones, etc.?
Y al mismo tiempo, vemos con alegría cómo la vida y enseñanza de Jesús han calado en tantos fieles, que no miran con odio a aquellas personas que les impiden asistir a Misa, no quieren agredir a aquellos que los obligan a cambios horarios litúrgicos, no insultan a quienes les cambian e impiden las fechas de bautismos, matrimonios, etc.
Me contaban de una señora que asiste a la parroquia, que su vecina la animó un sábado para que fuera al supermercado, porque aún había cosas que sacar. Ella le dijo que eso era robar y recibió como respuesta una andanada de insultos. Esa mamá, ¿con qué autoridad hablaría a sus hijos de honradez? Pero al día siguiente, vio que subía a su auto las cosas robadas y las devolvía al supermercado.
Como decía Santa Teresa, son tiempos fuertes y “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lucas 21,18-19).
Tú me puedes preguntar: ¿de qué te quieres salvar? Y un cristiano de Siria, Irak, Sudán, Egipto, Yemen, India, Vietnam, Argelia… —son más de 50 países— te contestaría: quiero tener la libertad de perdonar.
“Perdonar. ¡Perdonar con toda el alma y sin resquicio de rencor!... Ese fue el gesto de Cristo al ser enclavado en la cruz: ‘Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen', y de ahí vino tu salvación y la mía” (Surco, 805).
Y el Señor nos ayudará, de lo contrario haríamos el ridículo: “métanse bien en la cabeza que no tienen que preparar su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario” (Lucas 21, 14-15).
Así como Jesús necesitó de su madre al pie de la Cruz, de las santas mujeres y de un apóstol, todos necesitamos que nos apoyen y comprendan. Y hago una referencia hacia nuestros carabineros, la policía de Investigaciones y miembros de las Fuerzas Armadas. Ellos necesitan de los cristianos y de los habitantes de esta patria, nuestra especial cercanía, agradecimiento y reconocimiento.
Pedimos junto a los obispos, después de cuatro semanas de inseguridad, arbitrariedad y anarquía, que “¡Por amor a nuestra patria, terminemos con la violencia!” (Lo Cañas, 12-11-2019).
Y dejemos que “los laicos tomen como obligación suya la restauración del orden temporal, y que, conducidos por la luz del Evangelio… obren directamente y en forma concreta en dicho orden (Apostolicam actuositatem, nº7) fomentando los pastores su iniciativa, su actuación libre, responsable, evitando todo clericalismo.
“Decía —sin humildad de garabato— aquel amigo nuestro: ‘no he necesitado aprender a perdonar, porque el Señor me ha enseñado a querer'” (Surco, 804). Todos estos gestos manifiestan nuestra caridad y nos ayudarán a reconstruir nuestro querido país.
“Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio… con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
Lucas 21,12-13; 17-19