Chile está revuelto, conturbado. La convivencia nacional y su imagen internacional están por los suelos. Podemos despejar la nube negra que acumula violencia, temor e indignación. Bajo nuevos consensos se podrá lograr que la seguridad, el respeto y el progreso sean bienes compartidos. Será un proceso de cambios que tomará tiempo. Será resistido por anarquistas, vándalos, electoralistas, comunistas y extremistas. Restablecer el orden es lo primero, aunque no es suficiente.
Los daños provocados por la explosión social son invaluables. Se podrán cuantificar los destrozos materiales. Hay otros impactos no cuantificables, como el deterioro de la imagen de Chile en el exterior.
Previo a cualquier campaña publicitaria mundial para mejorar la imagen país, hay que comunicar los cambios que permitan recuperar la paz social. Será una tarea incesante lograr que los medios de comunicación extranjeros transmitan informaciones objetivas de la realidad nacional. Habrá que concentrarse en la prensa escrita. Nuestra situación no atrae a la televisión internacional, salvo la vecinal; no está presente en sus noticieros y matinales, como ocurre en Chile, que han terminado profundizando las divisiones internas.
No es consuelo la precariedad latinoamericana. En Perú, el Congreso está clausurado y su Presidente se vio forzado a asumir por renuncia obligada de su predecesor, acusado de corrupción, como otros tres expresidentes. En Bolivia, en medio de protestas violentas, se discute la legitimidad del Presidente Morales, reelecto por cuarta vez en una elección fraudulenta. En Argentina, las crisis económicas han conducido al retorno de Cristina Fernández de Kirchner, acusada de fraudes y sobornos. Colombia no logra controlar la guerrilla amparada por Venezuela. En México, con otra nomenclatura, con Morena ha retornado el personalismo del antiguo PRI, agravándose la inseguridad de la población y el poder de los narcotraficantes. En Venezuela, la falta de unidad opositora ha culminado fortaleciendo al régimen de facto de Nicolás Maduro, en el borde de una crisis humanitaria, con el éxodo de más de cuatro millones de venezolanos.
Las comparaciones que saltan a la vista permiten valorar las capacidades que tiene el país. Chile cuenta con un valioso acervo cultural. Sus recursos materiales, humanos y espirituales son cuantiosos. La economía ha logrado progresos notables para la población, se distingue en el mundo entero. Para sortear la crisis política se cuenta con medios financieros, como pocos en Latinoamérica. Sus fuerzas armadas y policías son profesionales y abnegadas. En las últimas elecciones la mayoría se inclinó por la moderación y rechazó las posiciones extremas. Sobre las fallas de la institucionalidad política y del sistema económico, está el mal uso del poder, público y privado. Por lo menos existe un consenso: erradicar y reparar los abusos, tarea indispensable para devolver la confianza en las instituciones.
No es simple voluntarismo, hay razones para tener confianza en el futuro de Chile.