Eso de que “nunca segundas partes fueron buenas”, no tiene, afortunadamente, aplicación aquí. Porque el China Village de Peñalolén es el tercer restorán de ese nombre en Santiago, luego del éxito del primero (Salvador Izquierdo) y del segundo (Manquehue con Colón). Pero había que constatar que la calidad se mantiene porque, por otra parte, existe también el dicho “quien mucho abarca, poco aprieta”.
El restorán de Peñalolén está muy bien puesto: nada de excesivos dorados ni de chinoiseries más o menos pintorescas: impera aquí el rojo y el negro con muy buen gusto. Ojalá, eso sí, las mesas no tuvieran cierto travesaño de fierro que impide que los comensales piernilargos puedan sentarse cómodamente.
Aunque la carta se asemeja a la de otros restoranes chinos, la originalidad y calidad de la oferta es notable. Partimos con unos ravioles chinos ($4.000, 8 unidades), que resultaron ser unas buenísimas gyosas. En algunas partes, éstas suelen llegar a la mesa cocidas al vapor, blandengues, tristonas: aquí venían cocinadas a la perfección, con la masita crujiente, apetitosa. Y muy buen relleno de chancho. Junto con ellas llegaron algunas salsitas, de las cuales la dulce con picante y la de soya con picante fueron buenísimas. Junto con los ravioles pedimos el “ají Hunan” ($3.900, 8 unidades), presentado como trozos de ají verde arrebozados y perfectamente fritos, crujientes, con muy buen relleno de pescado, y el toque exacto de picante. Como en el sistema chino de los banquetes, hay que empezar siempre con frituras, que llaman, en los comensales, al vino y la alegría: un buen comienzo. Aquí ese propósito se logró muy bien.
El pato laqueado ($19.000, alcanza para dos) se prepara en este restorán muy bien: la carne viene cocida a punto, la piel dorada y muy sabrosa. No siempre se logra que los trozos sean jugosos, como en este caso; suelen presentarle a uno, en otras partes, bocados de carne seca. Por cierto, la parafernalia de panquequitos de arroz (de estupendo tamaño, consistencia, abundancia y presentación), el cebollín en fina juliana y la “mermelada de ciruela” (puré dulce de soya), trajo como novedad una juliana de pepino, muy refrescante.
El otro fondo es, para los amantes de las berenjenas (que hoy son legión), un plato fantástico: las berenjenas al jengibre ($6.500) vienen cortadas en cubos, con salsa dulce y fritas, de una blandura notable que no degenera en mazamorra, como tiene la berenjena tendencia a producir. Eso sí, no percibimos muy bien el jengibre, que acaso debiera tener más presencia en este riquísimo plato.
El único punto de crítica que nos ofreció la carta fue el de los postres: fuera de los consabidos (suspiro —sin oporto en el merengue, ay—, celestino, tres leches, etc.) no hay ninguna novedad. Los chinos no suelen comer postre; pero aun así podría haber opciones más interesantes y novedosas. Buen servicio. Adecuada carta de vinos. Estacionamiento propio.
Av. Consistorial 5370, Peñalolén. 2 2887 8380.