Esteban Paredes entró —con su categoría de crack— a un libro dorado inexistente en el fútbol. Ese que debería haberse empezado a escribir junto a los primeros atisbos organizativos del balompié en Chile —en las últimas décadas del siglo XIX— y que nunca a nadie se le ocurrió dejar como legado.
Los 215 goles de Paredes no son números escritos en roca sólida. Solo son, en verdad, ricos antecedentes recopilados por gente que tiene lo que no tiene la otra gente (la que ha pasado por años por la Federación de Fútbol sin buscar ni un solo registro de peso histórico): rigurosidad, disciplina y compromiso con la actividad.
En 1995, para el centenario del fútbol chileno, el periodista Edgardo Marín escribió “Historia Total”, y en la página 298 dedica un capítulo al récord de “Chamaco” Valdés, con el detalle de todos los partidos donde anotó durante 22 años en el campeonato nacional.
Y hace unos meses fueron los estadísticos quienes nos recordaron que había que empezar la cuenta regresiva al récord goleador de “Chamaco” porque fueron ellos los que advirtieron que Paredes estaba listo para igualarlo o superarlo. No fue nadie del máximo organismo futbolero el que hizo el anuncio de esta competencia virtual entre dos artilleros de raza. Fueron los estadísticos. Tipos como Reyes, Gómez, Navarrete, Viedma, Salinas y Opazo que empezaron sus tareas en cuadernos de cuadro grande y lápices Bic azules y rojos y que hoy se encuadran en la modernidad de las tablas de Excel.
No es raro. En Chile, la historia no le importa mucho a nadie. Y en el fútbol nacional, a los señores que se han puesto a la cabeza de la Federación —desde David Scott hasta Sebastián Moreno— salvo honrosas y contadas excepciones, nunca se les ocurrió valorar nombres, hechos, números y anécdotas para así construir una base para el despegue socializante del fútbol.
No es rentable, pensarán.
Sin embargo, eso debería ser una obligación de cada generación de dirigentes que se sienta en la mesa donde se toman las decisiones y, se supone, se proyecta la actividad.
Debe por fin darse a inicio a la escritura de la historia del fútbol chileno en forma sistemática y profesional. Urge, para que por fin haya reconocimiento para las glorias futboleras nacionales.
No puede ser que hoy sepamos quién fue el “Maestro” Guerrero porque Marín lo valora en sus libros que son la biblia. Es inconcebible que nos inspire respeto el “Chato” Subiabre solo por haberlo leído en la gran obra de los “Cóndores Blancos” de Figueroa y Pérez Tuesta. Es francamente impresentable que logremos encontrar personajes interesantes y hechos relevantes que ni sabíamos habían pasado solo gracias a las plumas desplegadas de Salviat, Urrutia, Pickett. Mouat y Schiappacasse en alguna crónica de diario. No es para enorgullecernos que hagamos conocida las anécdotas más sabrosas solo si leemos algún libro de Díaz, Guarello, Arcos o Abarzúa. Penoso es que sean jóvenes como Marambio, Osses, Campos o Gómez los que hagan el trabajo de investigación que debió comenzado a hacerse hace décadas.
Basta. Los que dicen que dirigen, los que se suponen están “trabajando para el fútbol chileno” tienen la obligación, aquí y ahora, de empezar la labor de reconstrucción histórica del fútbol chileno antes de que Livingstone, Fouillioux, Sánchez, Caszely, Salas, Zamorano, Vidal y Alexis se empiecen a alejar de la memoria y terminen olvidados en un cofre.
Sí. Ha sido muy bueno que Esteban Paredes haya logrado el récord de goles. Gracias a eso, mucha gente conoció a “Chamaco”.
Pero qué pena escribirlo.