El domingo pasado, los argentinos concurrieron a las urnas para votar en las elecciones primarias que denominan PASO. Todos conocemos el resultado: el kirchnerismo arrasó, sacándole 15 puntos de ventaja al actua Presidente Mauricio Macri.
¿Cómo es posible que millones de personas voten a favor de una dupla que lleva una candidata a vicepresidenta investigada en 13 causas judiciales por corrupción y delitos aún más graves? ¿Cómo pueden preferir a una persona que durante su gobierno sumergió al país en una profunda crisis económica y social?
Desde afuera parece incomprensible. Una total desinteligencia. ¿Qué tipo de votante argentino tomaría una decisión así? Alguien a quien podríamos apodar como “Ché Webara”.
Pero cuando uno observa con detención las circunstancias de lo que ocurre allá, empieza a entender todo.
El gobierno de Mauricio Macri no fue capaz de hacer la diferencia; de marcar el contraste con la administración de la era Kirchner. La economía no mejoró (por el contrario, la inflación siguió maltratando a todos los argentinos) y tampoco se produjo el reencuentro de la sociedad trasandina.
Y el problema es que cada vez que en Latinoamérica no se cumple la promesa de que un modelo de centro o de derecha traerá progreso, vuelve a emerger la figura que encarna la idealización de la doctrina socialista: el Ché Guevara. Él representa para muchos —pese a su opción por la vía violenta— la ensoñación de una izquierda galante, guapa, idealista; que les derrite por igual los helados a mujeres y hombres permeables al discurso de raíz marxista.
El Ché Guevara siempre está ahí, como un fantasma inmarcesible, que cuesta combatir porque, como todo fantasma, es intocable. Basta darse una vuelta por cualquier feria artesanal de balneario para comprender que sigue siendo un
rockstar, que seduce son sus ojos de Elvis y sus cejas gruesas que hacen no fijarse en su bigotito a lo Cantinflas.
El Ché Guevara siempre será el galán de la izquierda en Argentina y en todos lados. Y bastará cualquier desliz, cualquier renuncio o traspié de los que tratan de gobernar con ideas diferentes al socialismo, para que reaparezca él, para unificar a todas las izquierdas, por peleadas que estén entre sí.
Porque eso fue lo que ocurrió el domingo pasado en Argentina. Más que perder Macri, lo que pasó es que ganaron las izquierdas unidas. Juntaron todos sus votos, como no lo hicieron hace cuatro años, cuando perdieron el poder.
Pero entonces, ¿es derrotable el Ché Guevara? Por supuesto. Se ha demostrado varias veces en muchas partes del mundo. ¿Y cómo se logra? Partiendo por conseguir una economía fuerte, saludable y vigorosa.
Todos dicen que los argentinos votaron con el bolsillo. Comparto el análisis. No desempolvaron el fantasma de Guevara por ser Webaras, sino simplemente por descarte.
“Es la economía, estúpido”, decía un asesor de Bill Clinton para explicar el comportamiento de los electores. Pero nosotros tenemos un dicho criollo mucho mejor, y aplicable a este caso: “billetera mata galán”.
Creo que ahí está la clave para esfumar al fantasma del guapetón Ché Guevara.