Es tremendamente injusto señalar que la amplia ventaja que ha sacado Universidad Católica en el Torneo Nacional —y que lo tiene bien encaminado a la obtención del bicampeonato—, sea simplemente efecto de la irregular campaña de Colo Colo y del pésimo andar de la U, sus clásicos rivales en la disputa del título.
No, la Católica está sólida en la punta por méritos propios.
Es cierto. La propuesta del DT Gustavo Quinteros no varía mucho, en términos meramente tácticos, a la empleada por su antecesor en la banca cruzada, el español Beñat San José. Si bien puede decirse que hoy la UC tiene mayores recursos individuales que le permiten sostener partidos en mejor proporción a lo que le pasaba el año pasado (donde en varias ocasiones pareció que no aguantaría un resultado o no lo cerraría a su favor) sería demasiado liviano señalar que hoy existe el atisbo de una revolución. Al contrario, y he ahí el mérito del adiestrador argentino-boliviano, lo que se ha fortalecido en estos meses es la construcción de una idea que ya había quedado de la administración técnica anterior. La consolidación de un sello. Eso es.
Sí, la Católica tiene hoy una propuesta distintiva, única. Y que la hace reconocible sin mayor cuestión.
Claro, porque a pesar de que estéticamente el fútbol de los cruzados incluso pueda ser contradictorio al estilo que históricamente ha enarbolado la UC (ese del fútbol a ras de piso, armónicamente llevado pase a pase) sí es verdad que se ha logrado un patrón distintivo porque hay una coexistencia permanente entre posesión, control y ataque directo (tres conceptos que todo equipo debiera conocer y aplicar).
Lo concreto es que la UC construida por San José y potenciada por Quinteros, tiene su sustento en un compromiso colectivo al que se llegó, sin duda, por la vía del convencimiento.
En la UC hay una ética disciplinaria que no tiene el Colo Colo de Salas ni la U de Kudelka-Arias-Caputto. No hay rebeldía ni arrestos singulares como quizás se le exige a esos equipos. Hay formas que se cumplen por convicción.
Universidad Católica es un tono armónico que no rompe moldes pero que sí tiene la capacidad de autogestionarse y reconvertirse. Es, para decirlo de una buena vez, un equipo pragmático que no intenta seducir pero que en contrapartida sí tiene la convicción de que puede aumentar o disminuir sus revoluciones de acuerdo a las circunstancias.
Claro, no estamos hablando de que se haya llegado a un tope que le dé consistencia permanente en instancias superiores (como la arena internacional).
Pero sí hay atisbos de que se encontró una fórmula, una manera, un modelo si se quiere decir así, que le da a la UC la posibilidad de ir encajando piezas que se puedan amoldar rápidamente a su propuesta.
En época donde se habla tanto de revoluciones, es bueno de repente volver a la simpleza del juego.
Eso ha hecho la Católica.