Siempre que veo una aglomeración de señores con casco blanco conversando al lado de una obra se me viene a la mente el recuerdo del PEM y el POJH. El primero era el Programa de Empleo Mínimo y el segundo el Programa de Ocupación para Jefes de Hogar. Fueron planes gubernamentales setenteros y ochenteros que les dieron trabajo a decenas de miles de chilenos sin pega. Como el objetivo era dar mucho trabajo, para una tarea que requería dos personas, probablemente se contrataba a cinco. Y por eso no era raro ver a grupos de trabajadores con casco mirando hacia una obra mientras solo un par tiraba pala.
Hace tiempo que no me tocaba ver una convención de mirones con casco. Pero esta semana me topé con una en los diarios. El grupo de señores conversaba con mala cara sobre el corte de agua en Osorno. Se parecía mucho al PEM y al POJH, solo que esta vez las siglas tenían otro significado. Presidente EMpelotado, podría haber sido una. PObres y Jodidos Hombres (representantes de las empresas sanitarias) pudo ser la otra. Mandatario, ministro, subsecretario, intendente, gobernador, alcalde, presidente de directorio, gerente, jefe, capataz. Todos juntos, mirando cómo no llegaba nunca el agua en Osorno.
Las calamidades poseen como un magnetismo para ciertas personas. Tengo un pariente que goza cada vez que se topa con un choque en la carretera, cuando siente la sirena de los bomberos, cuando hay terremoto, cuando hay que ayudar a una abuela a cruzar la calle. Yo creo que siente la necesidad de sentirse un héroe, para reafirmar su autoestima. Y también le debe gustar la acción. La rutina también aburre.
Eso puede explicar la convención de cascos en Osorno.
Supongo que será por la misma razón que se activaron un montón de políticos para intervenir en la crisis osornina. Algunos pidieron sanciones, multas y penas del infierno para la empresa de aguas. Otros se subieron por el chorro —inexistente, dado que el agua estaba cortada, pero ustedes entienden el punto— y salieron a pedir la nacionalización del agua potable, gratuidad universal de servicios sanitarios y otras cosas así de locas. Y muchos viajaron a la zona, llenando los vuelos y los hoteles locales. Y no se podían ni duchar, pero ahí estaban. Y añoraban que les pasaran un casco blanco para ir a mirar las cañerías vacías y los pozos secos.
Yo contemplaba todo esto y pensaba en ese viejo dicho: “Agua que no has de reponer déjala volver”. Creo que dice algo más o menos así.
Es decir, si no iban a ayudar a que se restableciese el servicio, que es lo que la gente de Osorno necesitaba, mejor que no estorbaran.
Pero es que la tentación de ir a meterse allá y tratar de ser un héroe era demasiado grande. El agua estaba servida: había muchas personas en apuros y una empresa a quien culpar. Irresistible.
La empresa tendrá que enfrentar su responsabilidad y probablemente perderá mucho dinero. Pero mientras ocurría el corte, no era el momento de tratar de pasar por caja. Ya habrá tiempo para eso, cuando el agua fluya de nuevo.
Agua servida significa dos cosas: Agua lista para ser bebida o agua contaminada, sucia y pestilente. A veces cuesta distinguir una de otra. Pero la segunda siempre cae mal.