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Sábado 13 de julio de 2019
Congestión se extiende a barrios residenciales con autos que buscan escapar de grandes tacos
El crecimiento sostenido del parque automotor en Santiago ha incrementado los focos críticos de tráfico.
Molestia e incluso desesperación. Esas son algunas de las emociones que genera el quedarse atrapado en un atochamiento vial, y no solo en el caso de los conductores, sino que también de acompañantes y pasajeros del transporte público. Se trata de una realidad que preocupa y que se agudiza cada año en Santiago, con focos problemáticos en grandes arterias que conectan con el sector oriente.
De hecho, en dicha zona se concentra casi el 40% de los lugares más críticos, según la Unidad Operativa de Control de Tránsito (UOCT): se trata de 47 puntos en los que la circulación de vehículos es bastante compleja, con avenidas como Los Leones, Tobalaba, Manquehue y Américo Vespucio —que además se encuentra intervenida por la construcción de una megautopista— saturadas en varios tramos.
Frente a esa situación, y con el apoyo de tecnologías de GPS, como Google Maps o Waze, los automovilistas buscan alternativas para evitar caer en los masivos tacos, lo que ha desencadenado que muchos de ellos terminen circulando por calles residenciales.
Al respecto, Marcelo Zolezzi, subgerente de Estudios de Mapcity, plantea que es cada vez más frecuente que “el tráfico afecte a calles secundarias, muchas de ellas con solo una vía por sentido y sin la presencia de semáforos”.
Similar al agua
“Es de todo el día, pero lo peor es el ruido, porque como se hacen tacos también, hay bocinazos a toda hora”, comenta Margarita León, quien trabaja en un jardín infantil ubicado en una de las calles “alternativas” a Américo Vespucio: Félix de Amesti, cerca de Martín de Zamora, en Las Condes.
Un caso similar ocurre en Sebastián Elcano, donde los autos también circulan para evitar las obras de Vespucio. Mientras, Luis Thayer Ojeda, en Providencia, es un ejemplo ya consolidado del fenómeno, porque desde ya hace unos años los conductores que escapan de Los Leones y Tobalaba provocan tacos en esa zona durante los horarios punta.
Juan Carlos Herrera, académico de Ingeniería de Transporte de la U. Católica, explica que el panorama es similar a cuando “el agua se desborda y busca otros lugares”, lo que ocurre al momento de que una capacidad es superada por una alta demanda.
Así, el crecimiento del parque automotor solo empeora lo que ya sucede en arterias colapsadas. Los números permiten calibrarlo: en la Región Metropolitana transitan 2,1 millones de los 5,3 millones de vehículos que hay en Chile. Y se estima que este año se venderán casi 400 mil unidades nuevas.
“A eso se suma el hecho de que las mismas aplicaciones que te guían te van dando calles alternativas por las que jamás se te habría ocurrido circular y que muchas veces son más pequeñas”, continúa Herrera.
Para Rodrigo Fernández, académico de Ingeniería de la U. de los Andes, se trata de una “invasión a esas calles locales que son más bien para tener accesibilidad a la propiedad, es decir, barrios residenciales o que tienen colegios o incluso actividad comercial pequeña, como almacenes”.
Consecuencias
Alberto Escobar, gerente de Movilidad del Automóvil Club, advierte que “la gente marca la aplicación y sigue la ruta como un devoto porque se ahorra cinco o 10 minutos, y hay un efecto placebo porque el tener un tiempo de llegada es tranquilizador, pero deteriora la vida de barrio”.
Agrega que otro factor es el alza de las aplicaciones tanto de transporte —como Uber o Cabify— como de reparto a domicilio, lo que incide en que “se produzca esta especie de rebalse de autos”.
Carolina Rojas, investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus) de la UC dice que otro problema es el ruido “:porque existe la costumbre de tocar la bocina y eso provoca molestia en quienes viven en las zonas”.
Y no es todo: también está el peligro de que peatones u otros usuarios de la vía se accidenten. “No es solo congestión acústica, sino que el riesgo de atropellos. Los niños no pueden salir con la misma libertad que antes”, sostiene Óscar Figueroa, investigador del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la UC.
Añade que una medida para abordar esto es la aplicación de “zonas de 30 km/h, de manera que si los autos quieren invadir otras calles no lo puedan hacer, a menos que se sometan a esta particular situación”.
Escobar concuerda y alerta que debe existir “una fiscalización pertinente para que dé resultado”. Mientras, Fernández plantea que se podría trabajar con las aplicaciones para “limitar que generen rutas en zonas residenciales”.