Las bajas cifras de crecimiento han vuelto a destapar la discusión sobre sus causas. Ahora todos, moros y cristianos, manifiestan inquietud por el tema. Es una buena noticia. En el corto plazo, un poco más de política monetaria puede ayudar, y el adelantamiento de programas de infraestructura, también. Pero el problema no se agota ahí. Hay algo más trabando el crecimiento. ¿Qué será?
El crecimiento de tendencia en Chile se ha ajustado a la baja sostenidamente en los últimos años. Aunque parte de ello es esperable, toda vez que el país se ha vuelto más rico por lo que es más dificultoso crecer, el 3,5% no es suficiente para entregar oportunidades a grupos mayoritarios con importantes necesidades insatisfechas. Este es el meollo del asunto.
Como en tantos problemas complejos, las causas son múltiples. Pero no por ello todas igualmente importantes. La regla de Pareto —conocida también como la regla del 80/20— es una buena guía: el 80% de los problemas solo se explica por un 20% de las causas. En cambio, el 80% de las causas solo resuelven el 20% del problema. Por ello, no solo es necesario listar decenas de causas, sino que la clave está en identificar aquellas verdaderamente relevantes.
La tasa de ahorro en Chile ha disminuido sostenidamente, y una cifra inferior a 20% —como en la actualidad— es insuficiente para crecer más que 3,5%. Si algo ha caracterizado a otros milagros de crecimiento, son tasas de ahorro muy superiores. El ahorro de gobierno ha caído, el código tributario ha castigado el ahorro, y el debate de pensiones amenaza con pulverizar la principal fuente de ahorro de las familias. ¿No habrá algo ahí?
Las tasas de impuesto a las empresas han subido de manera significativa en la última década. Por ejemplo, la tasa de impuesto corporativo subió de 17% a 27%. En un mundo plenamente integrado, la sensibilidad de la inversión a los impuestos y a los costos de la burocracia puede ser bastante alta. ¿No habrá algo ahí?
La revolución tecnológica está en nuestras narices, pero las políticas públicas se han enfocado en sustituir el gasto privado en educación superior, en vez de corregir el evidente retraso en educación temprana y escolar. ¿No habrá algo ahí?
No hay balas de plata en el debate del crecimiento. Pero no todas las balas son iguales. Proponer soluciones que parecen novedosas y sofisticadas, pero que básicamente envuelven viejas recetas, no apunta a las causas de fondo. Más efectivo es reconocer que las políticas económicas han dejado de priorizar el crecimiento, enfatizando otros objetivos. Por ello, más que el agotamiento del modelo, lo verdaderamente agotado es un debate que niega las consecuencias de las políticas.