El gobierno del Presidente Sebastián Piñera tiene una oportunidad excepcional para promover los intereses de Chile en el exterior. Algunos podrían sostener que la ocasión es única en medio siglo. Tal vez, con motivo de la recuperación de la democracia, durante el mandato del Presidente Aylwin, se dieron condiciones externas tan favorables para la diplomacia. Entonces ingresamos a APEC, se despejaron 22 controversias en el límite con Argentina, se normalizaron las relaciones con Estados Unidos y se sentaron las bases para una intensa relación con Europa.
Las capacidades geoestratégicas de las instituciones y recursos nacionales se han fortalecido y destacan comparativamente en Sudamérica. Las dificultades de economías de mayor tamaño —Brasil, Argentina y Venezuela— aumentan la relevancia de nuestro país en Latinoamérica y en el exterior. Ejemplos son la sede de APEC y COP25 en Santiago, y la participación del Presidente Piñera en G7, G20 y en Asean.
Los gobiernos populistas sudamericanos han colapsado. Sobreviven, y a duras penas, Maduro y Evo Morales. Prosur, impulsado por Chile, que reunió a jefes de Estado de cerca del 90% de la población y economías sudamericanas, es testimonio del inusual clima de cooperación que prevalece.
Este ambiente positivo permite alcanzar acuerdos y solucionar situaciones vecinales que se han postergado por largo tiempo.
Está pendiente con Argentina, desde agosto de 1991, la única demarcación que no se ha hecho: la zona B de Campo de Hielo Sur, desde el monte Fitz Roy al cerro Murallón. Sigue empantanada la ley de navegación que Perú se comprometió a materializar en La Haya, en 2014. Permitiría institucionalizar el libre tránsito de naves y aeronaves chilenas sobre su zona económica exclusiva. Al margen del conflicto con Bolivia sobre el río Silala, está la oportunidad de negociar acuerdos sobre los recursos hídricos compartidos con los vecinos.
Son tres desafíos diplomáticos delicados e insoslayables. Por relevantes que sean otros, no se puede desmerecer su importancia e incidencia en la soberanía nacional.
El Gobierno está cumpliendo una extraordinaria agenda internacional que, entre otras prioridades, incluye: controlar los daños de la guerra comercial y tecnológica entre China y los Estados Unidos; profundizar la integración vecinal y regional; fortalecer la Alianza del Pacífico y su convergencia con Mercosur; dar contenido a Prosur; seguir avanzando en la defensa y negociación de los tratados de libre comercio; redefinir las relaciones con Bolivia, y aprovechar los beneficios y contener los efectos no deseados de la globalización.
El Presidente de la República, conductor constitucional de las relaciones exteriores, con su experiencia y excelentes contactos; el nuevo canciller, con sus reconocidos atributos, y la Cancillería, con su profesionalismo, están llamados a gestionar el Chile global, aplicando una política de Estado, en un cuadro regional muy favorable, dentro de un complejo contexto internacional.