Es extraño el síndrome que se cierne sobre el fútbol chileno. Cuando es un hecho evidente que el propósito de la mayoría de las sociedades anónimas es convertirse en entidades vendedoras, hemos caído en un pozo profundo en las competencias internacionales, que nos impide proyectar, mostrar, potenciar o —más crudamente— comerciar con nuestros mejores valores.
Hay clubes de evidente vocación formadora que se transformaron en vitrinas de prominentes empresarios, justo cuando sus canteras parecieron secarse. Hace rato que ni los clubes ni nuestras selecciones logran ilusionar con futbolistas de proyección. Es un hecho que los más influyentes mercaderes del medio han logrado establecer nexos con los representativos menores, lo que no deja de ser paradójico: el negocio al que se abocan es cada vez menos rentable.
En el actual sistema, son pocos los clubes que han logrado hacer transferencias de jugadores jóvenes chilenos verdaderamente significativas. La generación de Turquía tuvo opciones reales de consagrar a un puñado de promesas, que se fueron diluyendo pese a los esfuerzos por colocarlos en clubes competitivos. Si los agentes creyeron que la mejor fórmula para el negocio era controlar completamente el proceso de fabricación de estrellas, han dejado en claro que esa no era su experticia, porque están en una incipiente y fallida fase de experimentación, con más pérdidas que beneficios. Los clubes donde desembarcaron no se han hecho ni más fuertes ni más competitivos.
La última gran generación es producto de las quiebra del sistema. Clubes empobrecidos, intervenidos y con inversión primeriza, fueron capaces de abrirles paso en los planteles y, además, de competir con éxito. El Colo Colo 2006 y la U 2011 se nutrieron de lo más granado de esas cosechas para ilusionarnos continentalmente, cuando los comerciantes que emergían hacían sus primeras armas.
Hoy es distinto. En la imposibilidad de formar estrellas las hemos ido a buscar a otros mercados, como Venezuela y Panamá, que son los únicos donde todavía podemos competir. Paradojalmente, mientras los cuadros más populares comenzaron a abrir la puerta a los empresarios, bajaron sus expectativas. Es nítido en Colo Colo, la U y la UC, por ejemplo, donde el plano local les queda más cómodo que la medición sudamericana. Si pudieran, de hecho, creo que la evitarían porque solo les sirve para aumentar sus pérdidas.
Comienza la Copa América donde van los mismos de la última década y se extrañan… a los mismos de la última década, un símbolo inequívoco de que, ni para los clubes ni para los poderosos empresarios que manejan el negocio, han sido años prósperos. Ya sería hora de que ambas partes evaluaran su negocio, porque algo en la línea de producción les está fallando.