Al final, Alexis se subió a la nómina, pese a los rumores e incertidumbres, lo que abre un espacio a la esperanza: está motivado, recuperó el hambre y se suma, como otras veces, a un grupo que pretenderá, como otras veces, ganarle al pesimismo que un año de pruebas estériles y ensayos confusos han provocado.
Reinaldo Rueda fue fiel a sus postulados. Insistirá —ahora formalmente— por dos de sus grandes apuestas, como Junior Fernandes y Angelo Sagal, pero incorpora a José Pedro Fuenzalida e, intuímos, Edson Puch se queda afuera por lesión. No hubo cupo para Jorge Valdivia, lo que supone insistir una vez más con Diego Valdés como alternativa de ataque en un mediocampo que se construirá en los nombres de siempre.
Como se preveía, la conversación con Claudio Bravo no rindió sus frutos, y el tan postergado cara a cara de los bandos en teoría irreconciliables de la selección no se producirá por ahora. Y, por lo visto, la división entre Marcelo Díaz y sus compañeros parece aún más grave que la del portero, que fue profunda, pública y con ribetes de escándalo cuando las familias se involucraron. Algún día sabremos la verdad del volante de Racing, que merece una salida más transparente de la selección.
Si tuviéramos que definirlo de alguna manera, diríamos que es un empate, donde Rueda impone a sus principales cartas y la historia hace equilibrios con dos incorporaciones (la de Fuenzalida y Vargas) que esperaron mucho rato. No es poco para un equipo que deberá batallar contra dos realidades innegables. No hubo recambio y el fútbol, a nivel de clubes, dejó en claro nuevamente que a nivel internacional la Roja es una excepción. La avergonzante caída de la Universidad Católica en Ecuador y el discreto papel del resto —con las honrosas excepciones de Palestino y La Calera, que no aportan a esta nómina— es una demostración clara que en la Copa América habrá que batallar como siempre, con la corriente en contra.
No es poco para un técnico que deberá resistir el juicio crítico en la instancia que él mismo —y sus contratantes— se fijaron. No hay margen para seguir esperando hasta las clasificatorias, porque, ahora sí, se juega de verdad. Y con las cartas que el técnico y su ojo han escogido. Ojalá todos vayan con hambre.