Nunca supimos qué pasó en la reunión de Manchester entre Reinaldo Rueda y Claudio Bravo. Ni siquiera tuvimos la certeza de que la mentada reunión se llevó a cabo.
Desde el entorno de Alexis Sánchez se ha filtrado que el delantero no quiere jugar la Copa América, porque preferiría priorizar su preparación para iniciar la temporada en óptimas condiciones, sobre todo porque el rumor de que vuelve a Italia corre fuerte. Se estrenará su película, es cierto, pero eso es cosa poca en términos de obligaciones.
Lo que parece ser un hecho es que Marcelo Díaz se queda fuera de la nómina definitiva, no se les vaya a ocurrir preguntar el por qué, ya que Rueda se puede mosquear.
El seleccionador fue autorizado por los clubes —previa modificación reglamentaria— a postergar la última fecha, fijada para el 1 y 2 de junio, y así poder disponer de los jugadores del medio local. Aunque hace pocos días se anunció que el partido entre la Universidad Católica y Unión Española se reprogramó para… el 2 de junio, pese a que los cruzados deberían ser el equipo que más jugadores aportan a la Copa América.
Si hablamos de recambio, el torneo Esperanzas de Toulon aparece como una oportunidad inmejorable para probar a los jugadores jóvenes… menos a los de la Católica, porque se reprogramó un partido de la competencia local, lo que impide el viaje de los nominados a Francia.
El mundo ha parecido detenerse para la selección chilena, que quedó congelada en un marasmo inmovilizante donde todo lo que vivamos ya se vivió. Sabemos las preguntas y, desgraciadamente, también anticipamos las respuestas. No necesitamos bola de cristal para saber qué dirán los protagonistas: deberían estar, pero es resorte del técnico; yo estoy dispuesto, pero no depende de mí; siguiente pregunta, por favor.
Algunas señales nos permitían soñar con un cambio drástico, con una realidad distinta, con algo que remeciera el cansino, previsible y anquiloso paso del tiempo para la Roja. Pero la decisión de mantener en secreto la nómina de los 40, de entregar señales vagas, de cantinflear con las fechas para que nadie se enoje y de tener que leer las redes sociales para enterarnos de la interna de la “generación dorada” es una advertencia potente de que estamos donde mismo, que en este rato no se avanzó un centímetro y que, a la larga, nos encontraremos donde mismo para discutir las mismas cosas, como si el tiempo no corriera, estuviera todo perfecto y lo cansador no fuera estar en arenas movedizas, sino tratar de salir de ahí.
Los primeros compromisos oficiales y la evaluación que supone la Copa América nos hizo creer —equivocadamente— que habría al menos un intento por acercar explicaciones para la gente, razones para un cambio, más transparencia y cercanía con las decisiones. Así será. Nuestro producto estrella vive en constante eclipse.