Franco Scianca (Santiago, 1977) manifiesta en
Quiebres, su segundo volumen de cuentos, un propósito narrativo similar al que produjo la redacción de los relatos de
Jauría, publicado en el 2014: diseccionar los vacíos y las deformaciones existenciales que manifiestan nuestros actuales modos de vida, es decir, las conductas que forman el aquí y el ahora del interior de la realidad en que nos desenvolvemos. Y, de manera también similar a la de su primer libro, los narradores de Franco Scianca proyectan miradas desprovistas de empatía y compromiso sobre el mundo humano que representan con su escritura. Sus voces no intervienen en lo que narran; prefieren las descripciones directas, desprovistas de retórica. De ahí la importancia que en la mayoría de los relatos poseen los diálogos: son el recurso para sacar a luz aquello que los ojos de los narradores no ven. El resultado de esta manera de mirar es un lenguaje que al avanzar con notable rapidez instala un ritmo narrativo cuya prisa les obliga por momentos a romper la forma de la prosa:
“La espera descoloca a Carola.
Está ansiosa. Un poco asustada.
Incluso se le pasa por la cabeza partir.
Partir, perder la plata y dejar todo botado.
Por primera vez siente miedo.
Y algo de angustia.
Y algo de culpa”.
(Un helado para Benjamín).
“Se subió a la baranda.
Sus pulsaciones aumentaron.
Pensó un rato.
Recordó la cara de Amalia.
Respiró.
Sintió cómo un aire tibio golpeaba su rostro.
Se atrevió.
Y saltó”.
(Buzón de voz).
Tal como indica el título del libro, en la mayoría de los cuentos de
Quiebres se desarrolla el motivo de la transformación de conducta que ha producido un acontecimiento ocurrido generalmente en el pasado de la historia que se relata. El objeto que privilegian los narradores para observar tales cambios son principalmente las relaciones de pareja. Esta fórmula narrativa tan simple permite que los textos se conviertan en punzantes patologías de nuestra actual condición humana, dominada por los valores y los parámetros de conducta impuestos por la sociabilidad contemporánea. A veces, la transformación de la conducta puede producir excepcionalmente un reencuentro o el redescubrimiento recíproco de una pareja de relaciones afectivas fracturadas, como ocurre en “Sala de espera”, o de fundamentos sentimentales todavía débiles, como sucede en “Laura”. En la mayoría de los relatos, sin embargo, Scianca se interesa en la representación de personajes provenientes de matrimonios destruidos en los que el alcohol, las drogas, los intereses económicos, el egoísmo, las relaciones mentidas y los adulterios han jugado parte importante para destruir la imagen de la pareja humana que construyó la conciencia moderna. El amor, entendido a la manera convencional, ha desaparecido sin dejar rastros y el matrimonio ha dejado de ser la sólida base de la sociedad.
El motivo de la transformación o revelación de verdades silenciadas u ocultas también aparece en aquellos relatos donde la pareja fracturada pasa a un segundo plano, cediendo protagonismo a un personaje individual. Una madre abandonada por su esposo lleva su obsesión de venganza a una resolución devastadora; una muchacha descubre la alegría de la maternidad en el momento de someterse a un aborto clandestino; un niño solitario se enfrenta a la inminente separación de sus padres; el pasado revive mientras un hijo viaja al sur a reconocer el cadáver del suyo. Pero ya se trate de conflictos centrados en un personaje o en las relaciones de pareja, los narradores de
Quiebres utilizan siempre la misma técnica narrativa: van directamente al grano sin distraer al lector con detalles innecesarios. La sencillez estructural que esto produce, unida a la agilidad del lenguaje y al ritmo veloz con que se desarrolla el discurso, colabora con indudable eficacia a producir el efecto estético que Franco Scianca busca provocar con su deprimente radiografía de una sociedad donde nos reconocemos y en la que ha desaparecido la felicidad.