Los festivales de teatro no son solo un fenómeno estival. Hace ya unos años existe en otoño el ciclo de teatro contemporáneo Teatro HOY, de la Fundación Teatro a Mil, que combina estrenos con éxitos del año anterior. “Chaika” es uno de estos últimos; fue uno de los fenómenos teatrales de 2018, elogiada por la crítica y ganadora de los premios a Mejor Obra y Mejor Actuación por el Círculo de Críticos 2018. Luego ha habido temporadas dentro y fuera de Chile para este montaje de teatro de marionetas, en una colaboración entre Tita Iacobelli (manufactura, interpretación, dramaturgia) y Natacha Belova (traductora rusa y dramaturga).
Estará en cartelera hasta este domingo en el Teatro Finis Terrae y es, tal vez, la más indicada para conmemorar mañana el Día del Teatro —a propósito del nacimiento del director Andrés Pérez Araya—, por su calidad y porque explora en el oficio teatral.
Esto, porque la historia arranca con Chaika, una vieja actriz que se prepara para la última función en el teatro con una obra, “La Gaviota”, de Chéjov, que también trata sobre actores.
En escena se ve a una vieja actriz que deambula perdida por el escenario. Una mujer joven le dice que está allí para interpretar el papel de Arkádina, pero ella quiere hacer de Nina, un deseo absurdo, porque ya no le corresponde interpretar el papel de una joven. Recordemos que ambas mujeres, Arkádina y Nina, tensionan la obra de Chéjov; una es la actriz experimentada y ególatra, quien llega a visitar a su hijo acompañada de su amante, el escritor, y allí encuentra a Nina, la enamorada del joven. Llegan a ver un espectáculo con un lago de fondo. A continuación se sucederán emociones álgidas: la envidia, la traición, el deseo, el suicidio. Es una tragedia en una estirpe de teatreros.
Pero regresemos a “Chaika”, porque no es una adaptación de la pieza de Chéjov, sino que, a partir de esa obra emblemática, Iacobelli y Belova construyen un paralelo entre el personaje de Chaika y Arkádina, generando una tensión entre la realidad y la ficción; el personaje y la actriz. Su intento arrojado y patético de representar sola todos los papeles de “La Gaviota”, de Chéjov, se estrella con la dificultad física y mental de lograr hacer su papel. Es así como la pérdida de memoria no le permite a Chaika continuar la rutina de su actuación, ya que la pone en lugar oscuro lleno de vacíos, de desesperación, pero no a solas, sino frente a un público que se incomoda y siente lástima por ella y debería reflexionar cerca de su propio deterioro.
Por otro lado, su recorrido por el papel de Arkádina se enhebra con su etapa de vida y enfrenta sin alicientes el cansancio, el declive, la lucha vital entre abandonarse o continuar. El deterioro es un proceso paulatino, ambivalente, con retrocesos e iluminaciones. Del mismo modo, Chaika tiene chispazos de escenas de la obra asignada, pero que mezcla con su biografía. Como los personajes de la pieza rusa, está en el punto de su vida donde debe elegir continuar o darse por vencida: está frente a un abismo. No recuerda ni su texto ni el orden de las escenas; sin embargo, debe continuar como la vida misma, que se presenta sin cierres planificados.
En un mundo donde se celebra el éxito, los avances meteóricos, esta obra es un llamado a la humildad, a detenernos en el fracaso, el deterioro, el patetismo que todos experimentamos. Porque en el escenario, Chaika, intentado interpretar a Arkádina, nos habla sobre cómo hacer los duelos de la vejez, de la pérdida de la belleza y el esplendor. Y, también, muestra cómo esos nudos se avivan en las peleas con su hijo Konstantin, con su amante y su eventual nuera. Porque en muchos momentos de la vida ganamos experiencias y retribuciones, pero también, en otros, vivimos momentos desesperados en los que perdemos lugares, poder y vitalidad.
Pensemos, por otra parte, en el símbolo de la gaviota que aparece en esta versión con su estética de muñeco. En Chéjov se sugiere que es la fuerza vital. Los personajes viven con su gaviota. Algunos la disecan; otros, la asfixian, y casi todos en algún momento matan a su gaviota. Incluso Nina, la actriz joven que continúa al servicio de su deseo, de esa fuerza, lo plantea de un modo particular: “Soy una gaviota, no es eso… Soy una actriz”.
De esta forma, “Chaika”, con humor e ironía, permite analizar la trayectoria de alguien que ha estructurado su pertenencia desde el reconocimiento artístico, por lo que la pérdida del talento y la fama es algo doblemente difícil con lo que lidiar. Iacobelli lo dice en una entrevista: “Esta obra alude a una situación que cualquier persona experimenta en su vida, a avanzar y darse fuerza… encontrar sentido”.
Este proyecto comenzó el 2015, cuando Tita Iacobelli (conocida por su trabajo en Compañía Viajeinmóvil, con “Gulliver” y “Otelo”) y Natacha Belova desarrollaron en Santiago un laboratorio sobre la marioneta contemporánea en el marco del Festival “La rebelión de los muñecos”, instancia del reconocido artista Jaime Lorca.
Este espectáculo de teatro de muñecos, con solo una actriz y una marioneta en escena, cuenta con un sólido equipo detrás que ha aportado en el diseño, música, efectos. En la asesoría dramatúrgica está Rodrigo Gijón; en el diseño integral, Natacha Belova. Como asistente de diseño e iluminación está Gabriela González, y en el diseño sonoro, Simón González y Gonzalo Aylwin. Todos estos elementos están en la escena de un modo tan delicado, que casi se nos olvida que implica una conjunción de talentos y saberes.
Aplauso cerrado para “Chaika”, que es una obra que habla de actrices, de la angustia y el placer de hacer teatro. Pero también habla de una experiencia universal asociada al fracaso, de la identidad en un oficio y el declive de la vida. En algún momento olvidamos nuestras líneas o portamos una máscara decadente. En un mundo donde la esperanza de vida aumenta y la experiencia de “ser viejo” tiene más alcances, se presenta la necesidad de un aprendizaje sobre cómo sobrellevar esas pérdidas que se asoman siempre, y quizás más desde la mediana edad, y el desafío de encontrar sentido en cada una las etapas de nuestro recorrido.