Hernán Caputto acaba de conseguir su segunda clasificación consecutiva a la Copa del Mundo Sub 17, a pesar de que Hernán Saavedra lo echó de las selecciones menores. En los tiempos de Sergio Jadue podía pasar cualquier cosa, como por ejemplo que aparecidos, sin conocimiento y vivencia, tomaran decisiones tan relevantes como la continuidad o designación de los entrenadores en las distintas categorías.
Arturo Salah puso las cosas en su lugar. Exoneró a Saavedra e hizo retornar a Caputto. Un entrenador que con trabajo y pasión llevó a Chile a dos mundiales de menores, luego de dos décadas de frustraciones. Como en este país la crítica y el análisis futbolero es pendular, casi sin matices y muchas veces rústico, se entendió que con el éxito en el Sudamericano de 2017 alcanzaba para cumplir un papel decoroso.
Se obvió el análisis individual, las potencialidades de los jugadores que sorprendieron en Rancagua. Ese equipo se edificó a partir de la seguridad defensiva, el orden táctico, fortaleciéndose en los balones detenidos, al comprender el entrenador y sus colaboradores las precariedades técnicas. El Mundial de la India aterrizó cualquier atisbo de ilusión.
Con inmediatez y carencia de proporciones, hubo un juicio público a Caputto, exigiéndose su cabeza por el juego exhibido. No se consideró la materia prima y menos que el boleto conseguido en El Teniente fue casi un milagro, al exprimirse al máximo las capacidades de un grupo sin grandes luces.
En el medio, la eliminación del Sub 20 de este año, otra vez con dirigentes vociferantes y aparecidos, puso de inmediato en el patíbulo a Caputto y Luis Ahumada, el jefe técnico de las selecciones menores. Con la lógica del poder y de las influencias, algunos ya estaban girando a cuenta de la eliminación en el Sub 17 de Perú para instalar gente de su confianza, quizás cercana a los grandes empresarios o representantes de futbolistas de la plaza.
Si asoma la prudencia, habrá que suscribir que de cuatro eliminatorias mundialistas, Chile calificó en dos. Eso indica que existe una metodología en la captación y en la preparación que permite competir, aunque las expectativas no pueden exacerbarse si consideramos que no son más de 10 los clubes que poseen —en la medida de sus posibilidades— un plan de desarrollo en el fútbol joven.
Es saludable lo que Chile vivió en el estadio de la Universidad de San Marcos. Fue capaz de sobreponerse a golpes duros (las derrotas con Ecuador y Argentina) y escribir una epopeya en la victoria sobre Uruguay. Este cuadro juega mucho mejor que el de hace dos años, dispone de más vuelo, pero ante todo, de mayores individualidades. Alexander Aravena, Luis Rojas y Gonzalo Tapia, por mencionar tres que resaltan, otorgan otro tono. Es el mismo entrenador, pero el talento hace la diferencia.
El Mundial serán palabras mayores y Chile deberá medirse con países que hace un buen tiempo entendieron la importancia de la formación. A no quemar las naves si la mano viene mala y tampoco endosar a estos muchachos el deseo de encontrar de manera inmediata a los sucesores de Alexis Sánchez y Arturo Vidal. Cordura en esta hora feliz.