Por primera vez, un Presidente de Chile expuso, y sometió al escrutinio, su política exterior, ante más de un centenar de asistentes, partidarios y adversarios, en el Consejo Chileno para las Relaciones Internacionales.
Es algo notable en una materia llena de reservas, compleja, que no ha sido la vocación presidencial. Tal vez por ello evitó el epicentralismo y mostró haber preparado a fondo una sólida, para algunos brillante, intervención.
Siguiendo notas manuscritas, bien hilvanadas, sin la monotonía de lecturas de textos rígidos, normalmente preparados por asesores, el Presidente esbozó el marco de Estado y los contenidos de sugestión internacional.
No se distrajo en citas ni en anécdotas. Tampoco perdió el tiempo en los siempre discutibles escenarios, desafíos y peligros mundiales, normalmente abusados por los expositores en estos foros. Solo mencionó lo esencial de la evolución histórica de las relaciones entre los Estados. Reafirmó los principios fundamentales de la política exterior de Chile.
Fue cauteloso y realista de las repercusiones, para Chile y el mundo, de la pugna y competencia entre Estados Unidos y China. La única pregunta que eludió responder fue si visitaría o no, en su próxima gira a Beijing, la sede de Huawei, la gran empresa tecnológica china, fantasma para la seguridad de Estados Unidos y varios gobiernos de occidente.
Destacable fue su moderación del riesgo latente de “venezuelización” de la diplomacia nacional, aunque persistió en valorar su polémica presencia en Cúcuta, en Colombia, en el vecindario con Venezuela.
El mandatario puso también líneas rojas. Escéptico de la eficacia de los organismos internacionales, fijó correctamente los límites del multilateralismo, en la soberanía y el interés nacional. Fundamentó, con cierta erudición en el articulado, los inconvenientes de los convenios migratorios y ambientales de Escazú y Marrakech.
Distante se mostró de tomar iniciativas con Bolivia, como lo piden algunos opositores. Le parece inconveniente hacerlo mientras se desarrolle la campaña de Evo Morales para ser reelecto. Entusiasta de Prosur, dejó pendiente proporcionar antecedentes que garanticen su proyección, permanencia y utilidad.
Sebastián Piñera tiene suerte en el campo internacional. Está en una posición sin precedentes de liderazgo latinoamericano, como ningún otro Presidente de Chile. Lo favorecen sus afinidades y contactos personales con otros mandatarios, los fracasos de los socialismos y populismos regionales, las gestiones de sus predecesores, y las dificultades y cambios de gobierno en Argentina, Brasil y Perú.
El Presidente tiene una oportunidad única, que requiere de discreción por los celos y bloqueos de países, opositores y gobernantes que han impedido la integración regional. Podría ser conveniente recurrir a la definición dela diplomacia como el arte de permitir que otros hagan lo que nos conviene.