El viernes, los excontroladores del grupo Penta partieron con las clases de ética a las que deberán asistir durante todo el año y que fue parte de la sentencia judicial en su contra, en el proceso que los tuvo en la cárcel y los obligó a vender sus empresas.
Me parece bien que vayan a clases de ética. Mejor si es en una buena universidad y con profesores top. Es todo de tan buen nivel, que según entiendo el curso les costó 15 millones de pesos a cada uno. Yo iría feliz a esas clases. Y creo que a mucha gente le gustaría volver a la universidad para ponerse al día en materia de ética. Sería un pequeño lujo.
Más entretenido sería el curso si se completara con otros pupilos que estoy echando de menos en la lista. En esa misma promoción de egresados con connotación política deberían estar, al menos, Rodrigo Peñailillo, Sebastián Dávalos, Marco Enríquez-Ominami y Giorgio Martelli. Para empezar a conversar.
¿Se imaginan cómo serían las cosas a la hora de pasar la lista?
—“Dávalos”. “Presente, señorita”. Y se escucharía desde atrás el típico murmullo solapado de las salas de clase chilenas, en que de manera anónima se lanzan apodos, pullas o sarcasmos.
—“Délano”. “Presente, señorita”. “¡Choclo!”, “¡La U se va a segunda! Jajajaja”.
—“Enríquez-Ominami”. “Presente, señorita”. “Meo, ¡estoy que me… jajajaja”. “¡Presta el avión de Lula!”.
—“Lavín”. “Presente, señorita”. “¡Mete algo de bulla, taquito e' goma!”.
—“Martelli”. “Presente, señorita”. “¡Cómo está ‘la señora'! ¡Que te manden fruta desde Ginebra! Jajaja”.
—“Peñailillo”. “Presente, señorita”. “¡Peinadillo, chasconéate! Jajajaja”.
El problema es que ya después de pasar la lista las cosas se comenzarían a poner tensas. Tendrían enormes diferencias en sus puntos vista durante la discusión sobre qué es el bien, qué es el mal, y las relaciones con la moral y el comportamiento humano.
La hora del recreo sería imposible. Imagínense a Dávalos y a Peñailillo, echándose mutuamente la culpa del fracaso del gobierno Bachelet II, a los gritos en el patio. De seguro una cosa llevaría a la otra y terminarían a los puñetazos. Dado su volumen y mayor destreza, Dávalos tendría pronto a Peñailillo en el suelo, quien pelea con una sola mano, porque con la otra trata de mantener su mechón coqueto en el lugar que corresponde. El “Choclo” se metería a defender a Peñailillo, más por compasión que por simpatía, lo que motivaría a Martelli a intervenir para salvar al hijo de la jefa. ME-O aprovecharía la batahola para hacer la cimarra y alguien terminaría llamando a Carabineros.
La enorme paradoja es que, en vez de aprender de ética, todo el grupito terminaría presentándose a un control de detención, imputados por violar la nueva ley “Aula Segura”. Y como todos tienen alguna yayita se volverían a ir presos. Ah, no. No todos. Se me olvidaba que los únicos que estuvieron en la cárcel fueron los de Penta.
Como sea, quizás no haya sido buena idea juntarlos a todos en una misma sala. ¿Será por eso que los otros no tuvieron ni que ir a ninguna clase de ética? Capaz.