El problema de Reinaldo Rueda es que se le agotaron los plazos sin encontrar soluciones. Era una verdad indesmentible que a la mejor generación del fútbol chileno la edad le pasaría la cuenta para continuar con su aplaudido esquema de presión y vértigo, haciendo ineludible un cambio de táctica o una renovación generacional. Cómo esta última alternativa no siempre es viable -a nivel universal- y el trabajo de búsqueda arrojó un resultado decepcionante, no hay alternativas que entusiasmen.
Una formación con Isla, Medel, Jara, Beausejour (o Mena), Díaz, Aranguiz, Vidal, Sánchez, Castillo y Puch es perfectamente posible, aunque signifique abjurar del pretendido recambio. Y las alternativas serían Vargas y Fuenzalida.
El problema es que ese equipo ya no puede saltar a la cancha a pretender hacer lo que hacía. Y en un año y medio más, cuando comiencen las clasificatorias, deberá bajar aún más las revoluciones, lo que sería apostar por una fórmula que rara vez ha dado resultados. Jugar a baja intensidad no es lo adecuado ni pertinente en el fútbol moderno.
Rueda tiene, pues, que resignarse a lo obvio. Por más que nos parezca que buscó donde no debía y que el trabajo de las selecciones menores no le tiró ningún salvavidas (lo de Morales sólo es un acto de fe), el seleccionador debió resignar dos convicciones que parecían inamovibles: jugar con una pareja de centrales altos y no transar los extremos. En esas renuncias está la resignación, aunque siga manteniendo a firme dos decisiones, una particularmente polémica como es la marginación de Marcelo Díaz, quizás el futbolista chileno de mejor presente después, claro, de Arturo Vidal. La segunda tiene relación con el principal déficit de la actual selección, como es el juego por las bandas. Asumido el fracaso de su dupla titular -Sagal y Junior-, a Rueda el espectro se le redujo notablemente. Cuando tuvo que asumir el tema en San Diego mencionó como alternativas a Rubio, Bolados, Morales, Martín Rodríguez y Alexis, pero no se le escuchó nombrar ni a Vargas, ni a la dupla Fuenzalida-Puch, de tan eficiente labor en la UC. No sabemos si por olvido o elección, tres de las cartas más probadas quedan fuera del abanico.
Y como se le agotaron los plazos y no tiene -por decisión propia- demasiados elementos para cambiar, deberá revertir el mal sabor que nos deja este equipo con lo que eligió, sabiendo que el margen se le agota y, como el mismo dice, que la vara le quedó muy alta para aspirar, con este rendimiento, al respeto de la gente.