La frase que titula esta columna corresponde a Alfredo Arias, el nuevo entrenador de Universidad de Chile, quien antes de partir a su primera conferencia de prensa en el Centro Deportivo Azul, retrucó a los periodistas que lo esperaban en un hotel del aeropuerto las versiones sobre su arribo a la U.
Fu el prólogo de una catarata de desatinos del entrenador uruguayo, quien apuntó a establecer una idea madre: que no le aserruchó el piso a Frank Darío Kudelka.
La mentira tiene patas cortas y el viernes, en Fox Sport Radio, ante la evidencia de que el martes estaba en Santiago, cuando Kudelka aún permanecía en la banca, reconoció que faltó a la verdad desde el instante en que enfrentó a los medios nacionales. Con la renuncia consumada de Carlos Heller, a la presidencia de Azul Azul, filosofó sobre los buenos y los malos en la sociedad actual. En su desesperación, con la rabia por la derrota, recurrió a una imagen lamentable, al comparar a su predecesor con las "mujeres lloronas".
La guinda de la torta, justo en estos tiempos, donde esos impulsos machistas no tienen cabida. A esta altura, Arias se transforma en una anécdota en el oscuro panorama laico. Su legitimidad está más que en entredicho y ganarse la confianza de sus jugadores será una tarea gigantesca. ¿Cómo establece criterios disciplinarios si sus futbolistas pueden argüir de inmediato que él, su jefe, mintió con premeditación y alevosía?
En esta opereta, Sabino Aguad es un protagonista central. En un club normal tendría que renunciar. Él se coludió con Arias para exponer a un bochorno a la institución que representa el alma máter de la república. La trama de mentiras y filtraciones para desestabilizar al cuerpo técnico anterior, independiente de los muchos errores que cometió Kudelka, lo instalan en la línea de fuego. Mario Conca, el vicepresidente ejecutivo de la concesionaria, tiene que irse. Si sabía todo lo que ocurrió es muy grave; si no conocía la confabulación, es culpable por su responsabilidad política.
La caída en Collao ante Universidad de Concepción no será recodada por la notable remontada del cuadro de Francisco Bozán. El archivo registrará que Carlos Heller, luego de una serie de ataques en las redes sociales, con amenazas de muerte incluida, anunció su renuncia. Inaceptable que bandidos de poca monta determinen la salida del mayor accionista del club. Una denuncia pronta al Ministerio Público, más los recursos judiciales de un hombre con su poder económico, alcanzaban para que el directorio cumpliera el mandato que le corresponde.
La situación descrita no oculta el tema de fondo en Universidad de Chile. En la U existe un eje de poder edificado por funcionarios y altos ejecutivos enraizados. Ellos nunca se van y siempre vuelven. Incluso, en la diferencia, son capaces de aglutinarse y defender su espacio. No dudaron en filtrar las negociaciones de Carlos Heller con Harold Mayne Nicholls, cuando el ex presidente ofrecía al ex timonel de la ANFP la vicepresidencia ejecutiva de Azul Azul.
Es el tiempo de la renovación sin sentimentalismos.