¿Cuándo fue la última vez que se reunieron los presidentes sudamericanos para tratar asuntos de interés común? Hace cinco años.
Ese solo hecho es significativo.
El intercambio de opiniones, puntos de vista y, en general, fijar posiciones compartidas frente a los desafíos globales e impulsar avances en materia de integración a nivel sudamericano es una necesidad que nadie discute. Sin embargo, hoy no existe un organismo que pueda acoger tal requerimiento.
Hay un vacío que llenar.
Los actuales organismos subregionales o están muertos, o tienen objetivos y orientaciones distintas a las señaladas, o funcionan en forma esporádica.
Unasur está definitivamente terminada y su acta de defunción es cosa de tiempo, si aún hay alguien interesado en formalizarla. Unasur murió afectada por un extremo ideologismo, el aumento de una burocracia que ningún país estaba dispuesto a financiar y un sistema de toma de decisiones -unanimidad- que en la práctica se transformó en un veto permanente por parte de cualquier país miembro. Un ente que se volvió ejemplo de inutilidad e inoperancia.
Celac es un organismo regional que agrupa a los países sudamericanos, centroamericanos y del Caribe (se excluye a Estados Unidos y Canadá). Su foco es el desarrollo de vínculos de solidaridad entre los países de América Latina y el Caribe y su funcionamiento es muy irregular. La última reunión de presidentes tuvo lugar en enero del 2017.
El Mercosur es un organismo que aspira a establecer aranceles externos comunes y adoptar políticas comerciales conjuntas respecto de terceros países, sin perjuicio de aquello que se establezca entre ellos para incentivar el comercio. La exitosa Alianza del Pacífico -que a su nacimiento también fue criticada por la actual oposición- tiene un marcado foco en las iniciativas económicas y aspira a generar un avance progresivo de la libre circulación de bienes, servicios y personas.
La idea, entre otros países de Chile, de impulsar una nueva organización a nivel sudamericano es correcta. Se trata de contar con un espacio de debate, coordinación, integración y colaboración regional. A diferencia de Unasur, este espacio tendrá una estructura flexible y liviana. No tendrá sede ni Secretaría General, estableciéndose que la marcha del organismo será responsabilidad de una Presidencia Pro Tempore anual y rotativa.
Sin embargo, esta iniciativa ha provocado un fuerte rechazo opositor. Básicamente los argumentos contrarios a la iniciativa son que sería "improvisada" e "ideológica".
Ambos argumentos son equivocados.
El imputar a nuestra Cancillería improvisación no se sostiene: Prosur ha tenido dos reuniones preparatorias, el 11 de febrero y el 14 de marzo, con asistencia de Argentina, Brasil, Colombia, Paraguay, Perú, Surinam y, aunque a algunos les sorprenda, Bolivia y Ecuador. Es decir, todos salvo Venezuela, que no fue invitada.
La acusación de tener un "sesgo ideológico" roza el absurdo. Se sostiene que porque los gobiernos de la mayoría de los países que conformarían el organismo hoy se inclinan hacia la centroderecha "transmitirían" a Prosur tal orientación. ¿Qué significa lo anterior? ¿Que mientras exista esa tendencia en los gobiernos estos deben abstenerse de realizar acciones de política subregional? ¿Habrá que esperar que surja un nuevo gobierno de izquierda para abordar una materia que no admite dilación? Y entretanto, ¿no hacer nada?
También no deja de ser curioso que la oposición permanentemente critique al Gobierno por "alejarse del multilateralismo" y ahora critique una iniciativa que apunta en esa misma dirección.
En el último tiempo han surgido legítimas diferencias en política exterior entre el Gobierno y la oposición. Sin embargo, objetivamente, Prosur es una iniciativa en que debiéramos coincidir, salvo que la objeción sea de otra naturaleza: Que a algunos les moleste el liderazgo regional que hoy ostenta el Presidente Piñera.
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