Como todos saben, el 14 de febrero es San Valentín, Día de los Enamorados. Años hubo en los que la celebración -muy popular en Estados Unidos- pasaba desapercibida en el Cono Sur, pero ahora muchas parejas se hacen regalitos y cenan afuera para festejar un sentimiento como si fuera ¿un logro? El 14 de febrero de este año la Casa Rosada, residencia del gobierno en la Argentina, quizá el máximo símbolo del Estado, amaneció con un enorme
banner en el frente que reproducía una pintura de 1884 del pintor inglés Frank Dicksee en la que Romeo y Julieta, los protagonistas de la tragedia shakesperiana, se besan. Para quienes no lo recuerden, Romeo y Julieta son hijos de dos familias enfrentadas que se enamoran y, dramáticos herederos de conflictos ajenos, terminan suicidándose. La cuenta de Facebook de la Casa Rosada explicaba: "La icónica pareja creada por William Shakespeare fue elegida para ocupar el frente de la Casa como símbolo del amor romántico (...) El famoso crítico Harold Bloom definió a
Romeo y Julieta como 'una obra sin par en la literatura mundial por su visión del amor mutuo implacable'". El
banner me amargó el día. Recordé una discusión que se generó en 2018 en Chile, en torno a uno de los cuentos que figuraba entre los cien mejores del concurso Santiago en 100 palabras. Se titulaba "Día de los Enamorados", y decía: "Lista de compras. 2 copas. Vino blanco y cerveza. Frutillas y crema. 1 chocolate marmolado o Sahne-Nuss. 2 sándwiches de queso azul y rúcula. 3 flores rojas. Canasto y mantel. Preservativos. Cuerda y cinta de embalaje. Guantes de goma. Bolsa de plástico grande. Palo. Bencina blanca, encendedor. Quitamanchas". Estaba firmado por Manuel Mata Mata, de 33 años. Si bien el relato no define género ni sexo de la persona que llevará adelante las acciones -¿mujer, hombre, trans, travesti, etcétera?-, ni los de la persona contra quien se llevarán a cabo -¿mujer, hombre, trans, travesti, etcétera?-, muchos lo acusaron de naturalización y apología del femicidio. El debate acerca de la moral y lo políticamente correcto en el arte es amplio, pero no vi en el relato apología ni naturalización, sino lo contrario: empezando con una lista de compras agradable, hace una torsión brutal y se sumerge en un ritmo negro sugiriendo cosas sin decirlas, como la forma en que la bestialidad se abre camino disfrazada de inocencia. Que es lo que sucede en el
banner colgado por el Estado argentino en la Casa Rosada.
La extravagancia de que una cuenta oficial de Facebook citara a Harold Bloom pasó desapercibida, pero no el hecho de que el gobierno de un país pobre colgara un
banner costosísimo para sumarse a una celebración de esta clase: en las redes hubo miles de ironías y sarcasmos al respecto. A mí me preocupa más que el Estado elija festejar San Valentín con un "símbolo del amor romántico" y que crea que la mejor traducción de eso es una imagen que alude a la historia de dos suicidas. Lo que dice esa elección es "celebremos el amor trágico" o "el amor, si es amor, es trágico". Hace rato que, contra ese discurso arcaico, el lúcido lema "si duele no es amor" señala las violencias que se cometen en su nombre y que terminan con mujeres -aunque no solo- apuñaladas, quemadas, golpeadas, mutiladas, cegadas, despedazadas. Claro que el
banner oficial no acontece en el vacío: es la emanación, el desliz inconsciente de una forma de ver el mundo.
En octubre de 2018, la periodista argentina María O'Donnell puso el ojo sobre un viaje que el Presidente Mauricio Macri hizo a Nueva York acompañado por su mujer, Juliana Awada. "Juliana Awada -escribió O'Donnell- publicó una foto y un texto en su cuenta de Instagram, que decía: 'Hoy conocí a la hija y al marido de la Primera Ministra de Nueva Zelanda. Con solo 3 meses, Neve es la primera bebé en participar de la Asamblea General de Naciones Unidas. Su mamá, Jacinda Harden, encontró la manera de estar con ella y al mismo tiempo ejercer su cargo (...) Un ejemplo de que no hay límites que nos impiden cumplir nuestros sueños y un mensaje para todas las mujeres del mundo: si así lo deseamos, podemos ser madres y llegar tan lejos como queramos'. El texto es muy desatinado. Plantea que ser madre y Primera Ministra al mismo tiempo depende de la voluntad individual: la mujer que quiere, puede". Nueva Zelanda, seguía, "es un país que tiene los mejores indicadores de igualdad salarial del mundo (...) en el cual se pueden tomar indistintamente licencia el padre o madre tras el nacimiento de un bebé (en Argentina la licencia por paternidad es de 3 días, y están proponiendo como un gran avance pasarla a 15). Que una mujer que es Primera Ministra termine con su bebé en la Asamblea General de las Naciones Unidas tiene mucho que ver con esas políticas. Ocurre porque el marido (...) es el que se queda en casa, el que se tomó la licencia por más tiempo (...). Awada tal vez no conozca las políticas de igualdad de género de Nueva Zelanda y crea que esa imagen que a ella le llamó tanto la atención es posible solo gracias al esfuerzo individual de la Primer Ministro".
El 8 de marzo de 2018, el Presidente de la Argentina, Mauricio Macri, dijo, en su discurso por el Día de la Mujer, que estaba allí "agradeciendo a todas las mujeres que han hecho posible que yo sea un hombre feliz, que esté acá tratando de ayudarlas". Si el texto de Awada y el mensaje de Macri son emanaciones, deslices inconscientes, de una forma de ver el mundo, el
banner es el desliz de un Estado que no percibe problema alguno en gritar, desde la fachada de su símbolo máximo, que la naturaleza del amor es abrigar una tragedia.