Un ministro joven, en comparación con el resto del gabinete, contaba que al Presidente Sebastián Piñera le gusta jugar de 9 en las pichangas campestres al borde del lago Ranco, por la localidad de Bahía Coique.
La razón del número tan distinguido es porque convierte goles, es su aspiración y sigue su instinto: perforar la valla rival, subir un tanto y marcar las diferencias. Y así sorprender a los rivales, desnivelar las condiciones del partido y mover el escenario a un sitio favorable.
El ministro reconocía que él y el resto lo llenaban de habilitaciones, se supone que al callo, con lienza y los llamados pase gol, para que el centro delantero ocasional y veraniego hiciera lo que más le gusta.
Eso fue lo que realizó hace un par de días, cuando anunció por Twitter, para que nadie se adelantara y le disputara la autoría, que Chile postula al Mundial de 2030, con otros tres países socios: Argentina, Uruguay y Paraguay.
Un tema del que se ha preocupado personalmente y por esa razón el titular de la ANFP, Sebastián Moreno, conocía los rasgos generales de la situación, pero las condiciones y datos específicos los proporcionó el Presidente después del tuit y en la media docena de entrevistas posteriores: tres o cuatro estadios, partidos de grupo, cuartos de final y hasta una semifinal.
En el análisis y festejos salió a relucir lo que Chile tiene y lo que le falta. Hubo coincidencia en distintas estructuras, desde luego en lo que es un largo y repetido eco: falta otro estadio para Santiago y extender el Metro hasta el aeropuerto. Además un tema extra y de moda: el tren rápido entre Valparaíso y la capital, del que se empezó a hablar a mediados del siglo pasado, sin urgencia.
Hay varias generaciones de chilenos que fueron testigos en vida, por oídas y lecturas, de esas tres Marías eternas del cielo chileno: el tren flecha, para una media hora de viaje; el Metro hasta el terminal del aeropuerto y un estadio nuevo y flamante.
La naturaleza seguirá su curso con la lentitud del tiempo, para que los chilenos vayan cayendo de a uno, y también de manera abrupta o impensada, para que se despidan de improviso y porque sí.
Varias generaciones, seamos crudos y realistas, nunca verán ese tren, esa estación de Metro, ese estadio moderno y otro Mundial.
Pero lo que importa es el presente transversal que viene del arco completo y abarca oficialismo y oposición. Una misión país. Esa onda. No puede ser de otra manera. Lo habilita la gente de su equipo, los rivales y hasta el cuarteto arbitral.
Todo el mundo le da pases al Presidente. Le gusta jugar de 9. Más le gusta meter goles.