LOS RESTAURANTES UNIPERSONALES SON RIESGOSOS, pero cuando resultan bien tienen un sabor realmente único y distintivo. Porque el cocinero/propietario se la juega todo el rato (es SU boliche) y, si además tiene su pizca de encanto, la mitad de la comida ya está buena. Si a esto se suma una apuesta clara y definida por la cocina oriental, sin distractivos como algún exceso de onda artificial, o derroches de creatividad innecesaria, se está frente a una sencilla picada étnica de calidad en una zona donde abunda el culto a la estética, el Barrio Italia.
Este sitio está dentro de uno de estos pasajes con multitiendas de cositas bellas, pero inútiles (bueno, que alimentan al espíritu), con algunas mesas en la calle. Es sencillo del verbo, con el personal justo (una persona cocinando, otra atendiendo), por lo que una proyección a escala, con más público, podría ser desastrosa (¿o será que los chilenos pensamos siempre así, ah?). En este caso, con tres mesas ocupadas, en día de semana, se demoraron nada: en diez minutos la mesa estaba llena con todo lo solicitado. Y fue harto.
Primero, una salsa de yogurt con ajo ($2.500), espolvoreada con alguna especia indefinible y que uno ya quisiera en su cocina, ligerísimamente picante y muy aromática. Abundante pan pita cortado también, junto a un hummus (pasta de garbanzo y sésamo, para el que no lo sepa, a $3.500). Unos falafel (cinco bolitas fritas de... garbanzo nuevamente, a $4.500). Y una singularidad: una pasta de berenjenas horneadas con tahine , el muttabal ($3.500). Mención aparte merecen sus hojitas de parra (12 por $7.000). A diferencia de otras algo secas, fuertonas en curry, con algo de carne in-ten-sa de sabor, las de este lugar son atomatadas. Una sorpresa que evidencia el abanico de influencias que Steve, el dueño del boliche, puede pasar a explicar a la mesa (si no está full cocinando, ojo).
En general, cada preparación tenía un toque o alimonado, o especiado, algo singular. Tanto como puede serlo un lugar personalizado al máximo. Otro detalle: tanto los falafel como el kabab (servido en pan pita con ensalada, en otra visita, por puro gusto al paso, $3.900) no están resecos, algo que por desgracia suele ocurrir. Y en el caso del kabab, ese clásico pincho rodeado de carne molida, lo hacen bien especiado, sin timidez.
No tienen alcohol, vaya la advertencia, y el café con cardamomo para el final es la tilde justa y necesaria.
Avenida Italia 1334, Galería Mestiza, 9 7940 8308.