Hoy se viaja sin pensar. Es que se ha vuelto tan fácil y frecuente: antes se hacían uno o dos viajes a Europa en la vida, a menos de contarse con interesantes vínculos con la plata del Norte Chico, en cuyo caso menudeaban los cruces del gran charco. Y los viajes se preparaban cuidadosamente: lo primero, qué se iba a comer (se embarcaba una vaca con su forraje, para leche fresca; y sacos de porotos, para que esos ingleses de los barcos no vinieran a darnos de comer insustancialidades); y, luego, se componía un recorrido con las grandes obras de arte, bien estudiadas previamente, para no desperdiciar la ocasión.
Hoy, en un santiamén, está el gaznápiro en el avión y, en ocho horas, se lanza a miamizar hasta caerse de cansancio. Orlando, cocodrilos. O si no, algunos "all inclusive" donde el consumo permanente de sol y de ingentes cantidades de comida impiden darse cuenta, siquiera, de qué hay más allá de las rejas del hotel: ¡ya llegará el astuto que cree un " resort virtual" en La Dehesa, para no tener que darse la molestia de viajar tanto a hacer, en un trópico que, al cabo, ni se llega a conocer, lo mismo que la vida meramente vegetativa ya hace en Santiago!
Hemos pensado en estas cosas porque estamos releyendo algunas memorias de viajeros que llegaron a Chile a comienzos del siglo XIX, y que tuvieron el buen criterio de escribir sus impresiones: recorrerlas hoy permite algo que jamás nunca podrá lograrse con tanto necio desplazamiento como el actual: ¡viajar por la memoria, y por la memoria ajena! ¡Conocer lo que ya no es! ¡Mirar lo que ya se fue!
Gabriel Lafond de Lucy anduvo por Valparaíso, Santiago y alrededores por allá por 1830, y escribe sus impresiones muy amenamente (¡Esa gente escribía, escribía! ¿En qué parte de la historia nos descarrilamos?). Lo cual se reemplaza hoy por una foto que queda archivada en un espacio virtual para acceder al cual se necesita un adminículo que queda obsoleto en tres años y es reemplazado por otros nuevos que ya no pueden acceder a datos tan antiguos... O sea: no queda rastro alguno de lo viajado (ni de lo comido ni de lo bailado). Lo único que consuela de esta pérdida es que en las imágenes no había más que nalgas de señoritas rostizándose en piscinas y vasos con quitasolcito y una pócima azulosa.
Lafond de Lucy sólo criticaba, a la cocina santiaguina de aquellos años, que se hiciera con grasa de vaca, que dejaba pegados los labios una vez terminado el plato. Pero alabó lo que sigue, que se tomaba de noche.
RompónHierva 1 l de leche entera con 450 gr de azúcar. Bata 4 yemas. Entibie la leche, añada las yemas y esencia de vainilla y cocine a bañomaría revolviendo, hasta espesar. Enfríe y agregue ¼ l de aguardiente. Enfríe y sirva.