Señor Director:

Incapaces de resolver integralmente el drama de la pobreza infantil y de la pésima calidad de la educación parvularia y escolar pública que reciben los 1,2 millones de niños y niñas pobres, hemos venido jugando al "dardo educacional", lanzando iniciativas de todo tipo por si le "achuntamos" a un blanco que ni siquiera hemos definido con claridad.

Hoy se quiere volver a la selección de alumnos -ignorando la brutal inequidad y desigualdad social que tenemos y la consiguiente falta de oportunidades que tienen los pobres-, y se quiere obligar a los colegios particulares pagados a recibir alumnos "vulnerables", con lo que, entre los niños pobres, habrá unos pocos que serán "privilegiados" con la oportunidad de huir de la mala educación pública y otros, la inmensa mayoría, "condenados" a sufrirla.

En una columna de opinión publicada años atrás en "El Mercurio", imaginé un escenario en que los niños más pobres son llevados a los colegios particulares pagados de mejor prestigio académico, infraestructura, bibliotecas, laboratorios, gimnasios, comedores abastecidos, con profesores bien formados, con buenos sueldos y sin faltar a clases. Al tiempo que los niños de los sectores más pudientes son llevados a las escuelas de los sectores marginales, con mala infraestructura, sin calefacción, vidrios rotos, patios de barro, sin equipamiento ni material docente, comedores desabastecidos y con profesores mal remunerados y alta inasistencia laboral.

Mientras este escenario imaginario -exultante para unos, terrorífico para otros- no sea visto como una posibilidad cierta de ocurrencia, seguiremos "jugando al dardo" con el futuro de los niños pobres.

Víctor Pérez Vera
Exrector de la Universidad de Chile