Señor Director:

Me refiero a su artículo sobre la situación del acortamiento de las carreras universitarias en nuestro país. Esta justificada demanda, que a primera vista pudiese parecer contradictoria con el crecimiento exponencial del conocimiento -hay mucho nuevo que enseñar cada día-, es algo imperioso de abordar, ya que de no hacerlo, estaríamos hipotecando el desarrollo de las capacidades de nuestros jóvenes, y con ello postergando también el alcanzar nuestro ansiado desarrollo integral.

Formamos parte de una era en que la movilidad y flexibilidad laboral es una realidad ampliamente demandada, tanto por los jóvenes profesionales como por las propias empresas. Tomemos como ejemplo a Estados Unidos, donde una misma persona ejerce en promedio siete profesiones distintas durante su vida laboral.

Esto ha llevado a que el mundo evolucione hacia un modelo de formación universitaria compuesta por ciclos bien diferenciados, partiendo por uno más abierto y formativo, basado en ciencias, humanidades y artes, dejando para un segundo la especialización profesional. A este último se puede entrar y salir en distintas etapas de la vida, de manera coordinada con el trabajo.

Este tipo de formación se practica en EE.UU. hace 130 años, lo que ha encumbrado su sistema de universidades a la cúspide mundial. Ha sido emulado, hace ya casi veinte años, por Europa y más recientemente por Asia y Oceanía.

Resultaría curioso pretender que el sistema imperante en Chile y Latinoamérica, salvo honrosas excepciones, de largas carreras profesionales, saturadas de contenidos de rápida obsolescencia, sea el modelo sobre el cual debamos perseverar. No olvidemos que los logros en la formación escolar en Estados Unidos son casi tan pobres y desiguales como los chilenos, pero aun así su sistema de universidades alcanza metas muy superiores al nuestro.

Juan José Ugarte
Profesor titular UC