La crisis que padece Carabineros no es el fruto de individuos extraviados o de espíritus malsanos que olvidaron su deber, sino la consecuencia de un ethos , una forma de comportamiento que se ha consolidado durante largo tiempo.
Es, pues, el fruto de muchos años (y por eso también la fuente de muchas responsabilidades).
Hace ya muchos años, en 1938, Robert Merton escribió un famoso ensayo que llevaba por título "Anomia y estructura social" (incluido más tarde en Social Theory and Social Structure, 1957). En él el sociólogo de Columbia sugería que la conducta desviada solía ser fruto de la propia estructura social en medio de la que aparecía. La conducta desviada, el delito, la corrupción, no siempre eran el fruto de simples impulsos o de un fondo instintivo de los seres humanos: la mayor parte de las veces, explicaba Merton, ese tipo de conductas eran formas de adaptación inducidas por la propia estructura. El acto que aparenta ir contra la estructura social ¡era producido por ella!
¿Cómo puede ocurrir algo así?
Toda sociedad, decía Merton, se erige sobre ciertos fines que sus miembros procuran alcanzar a través de medios específicos que se estiman como los únicos legítimos para obtenerlos. Cada individuo sabe qué es valioso de alcanzar y cuál es el camino legítimo para lograrlo.
Pero si la sociedad enseña a sus miembros la prosecución de ciertos fines (como la obtención de riqueza), pero sin enfatizar los medios que se trata de utilizar, entonces surge la conducta innovadora (el Presidente sabe de esto): se persiguen los fines, pero por medios que no siempre están institucionalmente previstos. Por la inversa, si la sociedad enfatiza solo los medios, pero no los fines, entonces aparece la conducta meramente ritual, el medio se sacraliza como un valor en sí mismo (como ocurre con el burócrata indolente). El asunto es peor si la sociedad no insufla a sus miembros ni los fines ni los medios, puesto que en este caso el sujeto se retrae en la inacción, se pone al margen (es la figura que en el cine representa Chaplin), o en cambio se rebela y busca erigir sus propios medios y sus propios fines (es lo que ocurre con la conducta rebelde).
Pero ni la innovación, ni el ritualismo, ni el retraimiento, ni la rebelión se deben al carácter moral de los individuos. Son conductas adaptativas producidas por la propia estructura social, por la falta de socialización en los fines y los medios.
Hasta ahí Merton.
¿Hay alguna relación entre esa descripción de la conducta anómica y el caso de Carabineros?
Por supuesto.
Lo que ha ocurrido (desde el estado de compromiso y para qué decir durante la dictadura) es que en las corporaciones armadas se fue gestando poco a poco un cierto aislamiento de la sociedad y el poder civil. Carabineros, el Ejército, la Armada, comenzaron a gestar formas de comensalidad, prácticas de endogamia, narrativas del orgullo profesional, códigos de conducta, etcétera, totalmente apartados de la sociedad a la que pertenecen y a la que deben obediencia, conductas que se definían por contraposición a la sociedad civil. Esas corporaciones comenzaron a generar una cultura propia que cuando se la mantiene en diálogo y confrontación con otras cumple la función de fortalecer la independencia y el orgullo, pero cuando se la deja a solas, sin confrontación y control y no se la hace experimentar sus límites -como ocurrió con ministros y ministras vestidos de verde oliva que la reproducen y la acatan en vez de confrontarla- acaba deslizándose hacia el vicio del corporativismo y entonces una cultura autorreferida, con su propia idea de lo que es correcto y legítimo, con su propia definición de fines y medios, queda instalada en medio del Estado.
Aparece en ese momento la anomia, que no es en rigor la falta de reglas, sino la aparición de reglas propias.
¿Acaso no es eso lo que ha estado ocurriendo en Carabineros y en cierta medida en el Ejército? ¿Que se han constituido en cuerpos autorreferidos, con una cultura vuelta sobre sí misma que experimenta pocos límites y que acaba generando su propio ethos , su propio sentido de lealtad, de lo que es legítimo y lo que no?
El fenómeno, como se ha observado muchas veces, viene desde el estado de compromiso, donde los cuerpos armados se mantuvieron al margen de la vida pública, y se acentuó durante la dictadura, cuando se erigieron en la medida de la vida cívica, y continuó, por desidia o incomprensión o incompetencia o temor, durante los gobiernos de la Concertación, que, al igual como les ocurrió en algún momento con los empresarios (es cosa de recordar el agrado con que el Presidente Lagos iba al CEP), parecieron más interesados en ganarse la confianza y la complicidad de carabineros, militares, marinos y aviadores, por la vía de compartir sus ritos y halagarlos, que de imponer su voluntad, controlarlos y someterlos del todo al poder civil.
Por eso hay que celebrar la decisión del Presidente (que dicho sea de paso algo sabe de anomia) de hacer renunciar al alto mando de Carabineros. Esa es la única forma de comenzar a someter a esos cuerpos al poder civil, a los valores de la plena vida cívica, y para hacerlo es inevitable, como lo ha hecho el Presidente, recordarles quién es el que manda.