EL COMANDANTE FRAN Ç OIS VISCONTI (VINCENT CASSEL), UN DETECTIVE EXPERIMENTADO Y BARBÓN, es un hombre desgreñado y mal hablado que bebe whisky en vasos de vidrio o plástico en un bar, dentro de un auto o en la oficina.
"Sin dejar huellas" subraya a un personaje que marcha con los estados alterados -desde luego por el alcohol-, pero las razones de fondo son la esposa que lo engañó y un hijo adolescente que inicia una carrera criminal.
Visconti es un antihéroe que brota de los respiraderos del cine negro y que sigue el patrón del detective violento, irascible y desencantado.
Esta es una película que opta por una narración fría y mecánica, y lo hace con convicción absoluta, para probar una tesis inicial: el caso que Visconti tiene entre manos -la desaparición de un joven de 16 años- le demostrará que la verdad siempre será peor y más terrible.
"Sin dejar huellas" avanza en esa dirección, nunca pierde el paso, las cartas apuntan al mismo objetivo y eso la convierte en un policial académico, es decir, correcto, adusto, serio y cumpliendo las normas del caso.
Para consolidar ese clima severo, la película no permite ni sonrisas ni menos bromas, ni siquiera malas, de parte de los personajes, porque solo existe el lado torvo, triste y agrio del mundo, en general y en particular.
Las pesquisas e interrogatorios de Visconti se concentran en un edificio, el bosque de los alrededores y un colegio en las cercanías.
Solange (Sandrine Kiberlain), la madre del desaparecido, fue la primera que dio la voz de alerta y es una mujer que habla poco y quizás demasiado poco, pero el guion se encarga de amplificar y exacerbar sus penas, porque su hija menor padece una discapacidad intelectual.
Yan Bellaile (Romain Duris), vecino y profesor de literatura francesa, se inmiscuye en la investigación e incluso se convierte en sospechoso, pero por lo contrario de Solange. Habla de la mente humana, de Kafka y Camus, de las clases particulares que le dio al desaparecido y hasta por los codos. Habla demasiado.
En la oficina policial, Visconti malvive con unos colegas que desconfían de sus capacidades y con razón; su ayudante soporta sus arrebatos a duras penas, y su jefa lo observa con distancia, y si le llega a hablar es solo para retarlo.
Solange y su esposo, como padres, se sienten derrotados y frustrados.
Yan es un profesor voluntarioso, pero para escritor le faltan dedos e instrumento.
Y sobre François Visconti, y aunque resuelva el caso, desde el comienzo no hay duda alguna: un fracasado.
En esta película, la empatía, comprensión y simpatía son mundos extintos. No hay más humanidad que la zona oscura. Es una historia densa, de cartas marcadas y de aire viciado.
"Sin dejar huellas" es un buen ejemplo de la vieja ola francesa: cine policial académico, severo, discursivo y bien pesado.
"Fleuve noir". Francia-Bélgica, 2017. Director: Erick Zonca. Con: Vincent Cassel, Romain Duris, Sandrine Kiberlain. 113 minutos. Mayores de 18 años.