Existe consenso en que los traumas infantiles tienen un impacto en la mente y el cerebro de los niños. A pesar de los esfuerzos de los padres y de la sociedad por proteger a sus hijos de situaciones traumáticas, no siempre es posible hacerlo. Por lo tanto, además de las estrategias preventivas, es necesario estar alerta para visualizar los sufrimientos que puedan tener los niños para ayudarlos a sobreponerse y a disminuir las secuelas de los eventos traumáticos.
El cerebro y las reacciones emocionales de niños y adolescentes se moldean en los vínculos afectivos que establecen con las personas que los rodean. La compañía y el afecto de sus figuras significativas serán centrales para disminuir el impacto de los traumas en el desarrollo infantil.
La sensación de soledad y de estar desprotegidos frente a eventos traumáticos, es el peor escenario para enfrentarlos. Hay que estar alerta a las señales que los niños den. En ocasiones como el abuso sexual y el bullying , los niños están siendo silenciados con amenazas feroces por los victimarios y serán cambios de conducta como irritabilidad, pesadillas, llantos injustificados, los que alertarán a los adultos y permitirán proteger y contener a los niños.
La profesora de Laura, de 9 años, se dio cuenta de que estaba triste, desconcentrada y que había bajado su rendimiento. Ante los requerimientos de la profesora, la niña se veía asustada y guardaba silencio. Observándola en el recreo pudo descubrir cómo dos niños de catorce años se dedicaban a acosarla y así pudo protegerla y parar el acoso.
En su libro "Al chico que criaron como un perro y otras historias del cuaderno de un psiquiatra infantil", de Bruce Perry y Maia Szalavitz, el cuarenta por ciento de los niños en EE.UU. habrían sufrido una experiencia traumática antes de cumplir los dieciocho años, lo que incluye la muerte de algún familiar cercano, ser víctima de abusos sexuales, sufrir malos tratos físicos, haber sido expuestos a desastres naturales o presenciar violencia doméstica, entre otros.
La forma en que el medio y especialmente sus figuras de apego reaccionan ante el sufrimiento de los niños será decisivo en el efecto que tengan los traumas de la infancia. La actitud de los adultos a cargo podrá minimizar los daños y maximizar las posibilidades de recuperación, favoreciendo su capacidad de resiliencia.