MATT DILLON INTERPRETA A JACK, UN ASESINO EN SERIE QUE VA NARRANDO SU PROPIA VIDA mientras conversa con un interlocutor invisible a quien solo llama Verge (Bruno Ganz). La conversación es dispersa y muy literaria en sus reflexiones sobre la maldad humana, el arte, y el área en que ambas se intersectan, que es lo que más parece interesarle al director Lars von Trier. En esta película, el provocador cineasta intercala viñetas de violencia extrema con rodeos estéticos que buscan justamente irritar al espectador con su ausencia total de términos medios, ojalá en pos de alguna reacción que trascienda los límites de la pantalla. El infalible "interesante" cae de cajón para calificar la experiencia, un paseo infernal, a ratos grotesco, a ratos caprichoso, pero siempre nihilista hasta la saciedad. Como siempre, Lars von Trier es pulcro en su trabajo, con actuaciones que siempre llegan a incomodar en su precisión, un montaje digno de cátedra, y una fotografía que encuentra belleza en la más épica cochinada. Un autor que, al igual que el protagonista, goza infligiendo dolor en su audiencia, con motivaciones muy bien enmascaradas detrás de sus actos de crueldad, y un sentido del humor que colinda en su propia megalomanía. Pero para qué nos hacemos, si siempre nos gusta más el villano.
"The house that Jack built". Dinamarca, Francia, Alemania, Suecia, 2018. 152 min. Mayores de 18.