FRIDA (LAIA ARTIGAS), A LOS SEIS AÑOS, PADECE EL MUNDO DE LOS MAYORES, TANTO LO QUE HABLAN COMO LO QUE DECIDEN, en este caso, debe abandonar su departamento en Barcelona y viajar hasta la montaña, donde la casa de sus tíos será su nuevo hogar, durante lo que dure la estación de un verano o quizás más tiempo, pero la verdad es que Frida no lo sabe ni tampoco decide.
Es muy niña y por eso escucha entre las rendijas, detrás de una puerta o debajo de una mesa, y aún no logra entender cabalmente los hechos y sus consecuencias, porque su familia elude, calla y camufla lo que está viviendo. Es con el buen fin de evitar su dolor y esperar que tenga edad suficiente para saber, básicamente, una cosa: su madre ha muerto y es huérfana.
En "Verano 1993", una película autobiográfica de la directora Carla Simón, el punto de vista de los espectadores es el de Frida, por lo tanto, hay conocimiento insuficiente, no están todos los datos y el precipicio es demasiado ancho y profundo para cualquiera. Y no digamos para una niña cuya mejor amiga tiene menos años: cuatro y se llama Anna (Paula Robles).
Esta es una película fina y sutil que parte respetando los sentimientos infantiles y lo hace sin caricaturas ni sobreactuaciones.
Es una zona previa a la conciencia de la soledad, la presencia de la muerte o la certeza del olvido, porque por ahora lo que hay son aventuras compartidas, un gallinero cerca de la casa de piedra y el silencio de la noche.
Frida es una persona en construcción, tanto en el dolor como en el cariño, y la película filma esa zona inasible, invisible y sagrada que aparece en la mirada, preguntas y gestos de la niña, y de sobra está decir que la actuación e intuición de Laia Artigas son formidables.
Avia (Isabel Rocatti), su abuela, le enseña a rezar, que memorice las palabras y pida por su madre, que desde el cielo la está mirando.
Con su tío Esteve (David Verdaguer), si hay música, puede practicar ese sencillo baile de los niños, que en verdad es un juego, donde la pequeña planta sus pies sobre los zapatos de un adulto que la lleva, la transporta con el compás y guía sus pasos.
Con Marga (Bruna Cursi), su tía, podrá compartir el baño, la intimidad femenina y entonces atreverse a preguntar muy quedamente algo tan sencillo como lo siguiente: de qué murió su madre y si sufrió o no sufrió.
Frida está empezando a entender, luego vendrá el sufrir y finalmente el olvido, pero para empezar a vivir necesita que alguien la quiera y le explique. En palabras más sencillas: que la abrace y juegue con ella. Y para eso, el verano de 1993.
Las cosas no siempre son fáciles. Alguna tarde se enoja y desespera, toma su mochila, mete dentro alguna fruta y se tira al campo, porque se va de la casa. A las horas regresa por razones simples y conmovedoras: era una noche demasiado oscura, mejor se va mañana.
Es una niña en construcción.
"Estiu" 1993. España, 2017. Directora: Carla Simón. Con: Laia Artigas, Bruna Cursi, David Verdaguer. 97 minutos. TE.