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Cartas
Lunes 26 de noviembre de 2018
Marx, el gran timador
Señor Director:
A diferencia de lo que Raphael Bergoeing concluye en su columna del sábado, la mejor manera de defenderse de Marx es no tomarlo en serio. En efecto, no hay que confundir el sempiterno malestar de la gente con el estado de las cosas, ya analizado por Freud, con el hecho de que la gente añore salirse del capitalismo o, peor aún, que desee entrar en el mundo de fantasía que esboza Marx.
Porque a 200 años de su nacimiento y a 100 años de la revolución bolchevique, existen pruebas al canto para demostrar que estaba profundamente equivocado, al predecir que los capitalistas, burgueses o propietarios se estaban tendiendo su propia soga con la que terminarían ahorcados. Salvo las excepciones ya conocidas, y mantenidas por dictaduras con mano de hierro, sucedió todo lo contrario, y los que salieron con la cola entre las piernas fueron los comunistas.
En el mundo hay una gran masa que tiene ingresos modestos. La diferencia es que, con el comunismo, más allá de las prebendas de las nomenclaturas, no hay ninguna plusvalía considerable. En cambio, como lo demuestra el progreso sin igual que ha sido posible por el capitalismo -a diferencia del comunismo soviético que, literalmente, quebró económica y políticamente-, sí la hay con el capitalismo, y esa plusvalía, inversión en términos económicos, termina elevando el nivel de vida de todos.
La vida y obra de Marx se inserta en una verdadera ola de pensadores socialistas y comunistas (en el siglo XIX eran sinónimos). Saint-Simon, Fourier, Proudhon en Francia. Spence, Hall, Thompson y Gray en Inglaterra. Sin embargo, uno tiende a ser más suave al juzgar a varios de estos, ya que mezclaban delirios oníricos con su llamado en contra de los explotadores. En particular eran contrarios a cualquier Estado, como organismo coercitivo, lo que podría ser considerado como un sesgo liberal. En cambio, Marx aboga por el Estado para imponer la dictadura del proletariado, en cuyo transcurso y por arte de magia se producirían los grandes adelantos tecnológicos que harían nadar en la abundancia a la sociedad. Lo cierto es que los adelantos tecnológicos van, en la práctica, unidos a la propiedad privada, al capitalismo y al afán de lucro, todos ellos vicios que según Marx debían ser erradicados.
Enrique Goldfarb