Nadie puede discutirle las capacidades y trayectoria a Reinaldo Rueda. Es el único de los técnicos de la selección que pueden discutirle mano a mano el currículum a Marcelo Bielsa. Habrá que recordar que venía de triunfos sonados en Atlético Nacional y hubo que arrebatárselo al Flamengo. Que llevó a dos selecciones al Mundial y que solo lamentó la eliminación con Colombia. Sabiduría y conocimientos tiene.
Lo que pareció desaparecer en su llegada a Chile es la paciencia y el entusiasmo. Si reaccionó con tanta virulencia al inicio del camino -cuando todo es amistoso y nada es definitivo-, no podemos imaginar lo que vendrá después, cuando haya que lidiar con resultados concretos. Y aunque tiene todo el derecho a experimentar y canalizar la búsqueda a su amaño, sus elecciones han resultado extrañas y, a ratos, contradictorias.
El retorno de Gary Medel a la zaga, el adelantamiento de Mauricio Isla, la ausencia de un armador en el mediocampo y la necesidad de tener aleros para el esquema táctico ha dificultado sacar conclusiones optimistas porque el rumbo parece errático. Elegir centrales altos ha implicado renunciar a una salida eficiente, y cuando no hay un "ordenador" en el medio, los principales referentes tienden a perder el control. Por eso es extraña la marginación de Marcelo Díaz. O de Pedro Pablo Hernández. Es un tema futbolero, que no implica una crítica de mala leche. Si hay un factor extrafutbolístico, sería saludable saberlo, porque la duda persiste.
Pese a que recuperó la calma y la autocrítica tras el desastre de Rancagua, Reinaldo Rueda parece enfadado e incómodo. También a la gente, que se acostumbró a una selección protagónica y dominante, y que consideró que la eliminación del Mundial fue un traspié evitable, provocado por errores propios y no por un declive ostensible. En la lógica pura habrá que decir, otra vez, que el entrenador ve en sus elecciones algo que es invisible al resto, y que contradice la historia reciente, que se construyó en base al buen pie de sus volantes y a la profundidad de sus atacantes.
En Temuco se jugará el último ensayo del año. Y quedarán solo dos para la Copa América, donde no habrá margen para nuevas búsquedas. Y es por eso que ante Honduras lo razonable sería ver un avance que alimente la ilusión, que acerque a Rueda con el público, que les otorgue otra vez confianza a los jugadores. Y un poco de optimismo al adiestrador que, más que nadie, quiere revalidar sus innegables pergaminos con un fútbol que aún está lejos de su mejor expresión.