EL CINE DE CHE SANDOVAL, DESDE EL 2009 AL PRESENTE, ES DECIR, DESDE "TE CREÍS LA MÁS LINDA (PERO ERÍS LA MÁS PUTA)" (2009) y "Soy mucho mejor que voh" (2013) a la actual "Dry Martina", en ese trayecto, perdió parte importante de su comedia y negrura, y también el raro encanto del transitar vagabundo de sus protagonistas.
Es sus primeras películas prevaleció la descripción complementaria de un arco masculino, que fue desde el eyaculador precoz y analítico, a un machista racista, clasista y seguramente impotente.
Películas con tono informal y espontáneo, donde todo parecía estar descubriéndose en un cine que hacía camino al andar y filmar, con todo lo nuevo y sorprendente que eso tiene. Y por esa razón era un cine, finalmente, que llamaba a la simpatía y complicidad, con el cineasta y su fórmula.
"Dry Martina" es una película pasteurizada, es decir, ya se eliminaron las bacterias, hongos y protozoos, y queda un producto presentable e industrial, frío y envasado, donde el toque de Che Sandoval está enlatado para una mejor comercialización.
Lo anterior es un cuento viejo y comprensible en el mundo del cine, que afecta el punto de vista, la calidad y la razón de una película.
Esta coproducción chileno-argentina replica la fórmula con una protagonista femenina, la cantante Martina Andrade (Antonella Costa), pero en el derrotero y la búsqueda no está la continuidad ni el ritmo misterioso, tampoco los personajes secundarios que salen de sus cuevas, y no se divisa la historia azarosa con forma de acertijo que envuelve una aventura vital y humana en pleno movimiento.
Acá hay un calco y una simulación, con una Martina que atraviesa la cordillera en busca de lo que hace tiempo no consigue, porque su drama es doble y paradojal: pasa por un momento de extrema frigidez, pero siempre ha sido ninfómana. Qué mejor ejemplo, en el guion, del deseo de rizar el rizo. Y para resolverlo, llega a Santiago en busca del joven César (Pedro Campos), con el que tuvo un encuentro inolvidable.
El ingreso a Chile es turístico y en taxi, frente a La Moneda y luego por la Alameda, donde el aire es provinciano y en clave de parodia, se supone.
Los personajes conversan de las diferencias del habla chilena y argentina, especialmente cuando se trata de términos genitales, por supuesto, a lo que se agregan los aportes estadounidenses de Sam (Yonar Sánchez), un secundario inútil.
Y Martina se encuentra con una hipotética familia, compuesta por el padre, con un Patricio Contreras que exhibe su oficio, y por Geraldine Neary, como Francisca, que puede ser lo más destacado de la película, porque el calado ambiguo e inesperado de su personaje, con un mirada tan de inocencia como de terror, señala lo que quizás debió ser y no fue: la protagonista, pero esa es otra historia y no la que fue: la de "Dry Martina", una película que retrocede y estaciona la filmografía de Che Sandoval.
Chile-Argentina, 2018. Director: Che Sandoval. Con: Antonella Costa, Geraldine Neary, Pedro Campos. 100 min. Mayores de 14.