Estimado lector, si yo tuviera que presentarle a un extranjero el cuadro político chileno actual, tendría que decirle que en nuestro país hay dos derechas y 8 o 21 oposiciones, depende de cómo las clasifique. La derecha principal es la que se agrupa en Chile Vamos y comprende dos partidos históricos, la UDI y Renovación Nacional, y uno de reciente formación, Evópoli. Están en el Gobierno, sus cuadros están insertos en él y tienen una sólida presencia parlamentaria, aunque son minoría en ambas cámaras.
La otra derecha es la "bolsonariana" en código chileno, Acción Republicana, y cuyo líder indiscutido es el exdiputado de la UDI José Antonio Kast. No está en el Gobierno, pero lo presiona desde la derecha y también a los partidos de Chile Vamos, es decir, una derecha instalada en La Moneda, con el gran triunfo de Sebastián Piñera, y una derecha instalada en el Parlamento, aunque minoritaria, poderosa.
A lo anterior hay que agregarle la alianza política implícita con esta derecha de los grandes gremios empresariales, de las grandes cadenas de televisión y de los principales medios escritos.
Frente a ese enorme poder político, económico, social y cultural, nosotros, la oposición, después de la derrota parcial, perdimos La Moneda pero ganamos el Congreso, estamos fragmentados al menos en 8 fuerzas políticas: la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia, el Partido Radical, el Partido Comunista, el Partido Progresista, el Frente Regionalista Verde Social y el Frente Amplio. Ahora bien, si desagrego a este último, pasamos de 8 a 21 oposiciones. Es decir, la debilidad misma frente a la poderosa derecha.
Es en este contexto que ha emergido el primer eslabón de un proyecto estratégico tendiente a construir un frente político electoral y, sobre todo, programático para concurrir en primera instancia a la elección regional y municipal de dos años más, y a la presidencial y parlamentaria de tres años más.
Me refiero al bloque autodenominado "Convergencia Progresista", integrado por tres partidos: el Partido por la Democracia, el Partido Socialista y el Partido Radical. Es un avance, insuficiente en perspectiva estratégica, pero que coloca la primera piedra de la futura obra. La construcción de un frente común que vaya desde la Democracia Cristiana hasta el Frente Amplio obedece a una necesidad que la realidad política nos impone dada la actual correlación de fuerzas.
Si el último domingo de octubre del año 2020, fecha de la elección de los nuevos gobernadores regionales (exintendentes), alcaldes y alcaldesas, concejales y concejalas, no hay un candidato único en aquellas elecciones regionales y a las alcaldías, la derrota está asegurada y una parte mayoritaria de la ciudadanía no podría entender que la dispersión y el cortoplacismo no nos hubiera permitido construir la imprescindible unidad.
Unidad para presentar un programa común en materia municipal y regional y que, logrado este, se configuraría en la antesala de un programa común para enfrenar la presidencial y las parlamentarias. ¿Es posible construir la unidad entre fuerzas tan distintas? Sí, es posible, en la medida que la oposición, unida, responda en su programa a las demandas abrumadoramente mayoritarias de la sociedad chilena, que a lo menos nos exigen un trabajo decente, erradicar la violencia y la delincuencia de calles y poblaciones, y que les garanticemos una mejor salud, una mejor educación y mejores pensiones.
La unidad es posible solo si nos abocamos a las principales demandas de la sociedad chilena, que son de carácter económico y social, y no nos dispersamos en múltiples causas de minorías, que, siendo relevantes cada una por sí misma, no pueden sobreponerse a la causa más profunda y mayoritaria de la sociedad chilena: un país más libre, más próspero y, sobre todo, más justo.
La tarea ha comenzado con la convergencia progresista. Somos tres. Falta que se incorporen a este proyecto las otras 5 fuerzas de la oposición en igualdad de condiciones, en un diálogo abierto para la construcción de la plataforma programática. De esta manera, responderemos a la mayoría ciudadana, que no es de derecha y que cada día reclama más por nuestra falta de unidad.