No sabíamos de Andrei Konchalovski desde
La casa de los locos, del 2002. Durante los 70, Konchalovski y su hermano Nikita Mijalkov alcanzaron a representar una promesa de renovación del cine soviético, pero su generación quedó atrapada entre la agonía del régimen y el surgimiento de una nueva Rusia. Konchalovski emigró a Hollywood después de su monumental
Siberiada y volvió a filmar en Rusia en los 90, con una actividad cada vez más intermitente.
Paraíso vuelve sobre el gran trauma soviético: el que Stalin denominó "Gran Guerra Patria", y que Occidente ha conocido como Segunda Guerra Mundial o, más específicamente para Rusia, el Frente Oriental.
Este relato está construido como una investigación que podría ser judicial si se supiera quién investiga. Pero no es así: los tres testigos hablan a la cámara en forma alternada, parecen responder a unas preguntas que no se oyen y sus testimonios son complementados por las imágenes de lo que ocurrió.
El hilo es este: Jules Michaud (Philippe Duquesne), policía de la Francia ocupada, recibe a una prisionera acusada de ocultar niños judíos en París. Ella es la condesa rusa Olga (Yuliya Visotskaya), que llegó a Francia de niña (antes de la revolución soviética) y que se ha unido a la resistencia. Tras pasar por la comisaría de Jules -que se obsesiona con ella- es enviada a un campo de concentración al que llega como inspector el aristócrata alemán Helmut zuAxenburg (Christian Clauß), ahora oficial de las SS, que ha conocido a Olga durante unas vacaciones juveniles en Italia.
Es, pues, una historia de amores obsesivos en una guerra cuyos marcos son, por un lado, los límites inferiores de la condición humana, y, por otro, la idea perturbadora de dos pueblos que buscan construir su propio paraíso en la tierra: la Alemania nazi y la Rusia comunista. Konchalovski utiliza el blanco y negro como un recurso de simulación documental. Pero en verdad hay aquí una elaborada puesta en escena (por ejemplo, el uso de reencuadres mediante puertas y pasillos, la creación de un denso campo fuera del cuadro, el hacinamiento visual con fuertes contrastes de luz) que apunta precisamente a mostrar esas ideas como prisiones morales sin salida.
Lo que resulta más sorprendente, sin embargo, es la dimensión mística de
Paraíso, presente en la manera misma de contar la historia, pero sobre todo en su esfuerzo por describir la forma en que "el mal fluye sin control", como dice Olga. Hay en
Paraíso, como las había más tenuemente en Siberiada y aun en
El primer maestro, unas ideas sobre la salvación y la redención que hacen pensar que en verdad es imposible que Konchalovski haya sido alguna vez soviético, aunque pudiese parecerlo.
ParaísoDirección:
Andrei Konchalovski.
Con:
Yuliya Visotskaya, Christian Clauß, Philippe Duquesne, Peter Kurt, Vera Voronkova, Thomas Darchinger, Jean-Denis Römer.
130 minutos.