A FINES DE LOS AÑOS CINCUENTA, LA ESCRITORA NORTEAMERICANA SHIRLEY JACKSON publicaba la novela que definiría completamente el subgénero de las "casas embrujadas", y que el mismísimo Stephen King alabó como una de las mejores del siglo veinte. Desde entonces, la contundente historia de "The Haunting of Hill House" ha sido adaptada dos veces al cine. Primero en 1963 por el director de "Amor sin barreras", Robert Wise, con una historia llena de atmósfera e inquietud sugerida, y luego en 1999 por el director de "Máxima velocidad", Jan de Bont, con una Catherine Zeta Jones que escapaba de esculturas digitales que cobraban vida para gritar (esos locos noventas). Hoy, las páginas de Shirley Jackson vuelven a inspirar un producto audiovisual, exprimiendo al máximo las posibilidades que dan las más de diez horas -y el presupuesto- de una temporada de Netflix. Con un argumento que sigue la historia original solo en, eh, espíritu, la serie sigue las desventuras de los Crain, una familia que se muda a la "mansión Hill" con el fin de remodelarla y luego venderla a mayor precio. Mientras los padres trabajan, los cinco hijos pequeños empiezan a sufrir con las presencias paranormales que acechan en cada rincón, todo intercalado a la línea temporal del "presente" en la que vemos lo que ocurre con los mismos personajes veinte años después, traumatizados e incapaces de liberarse de estos fantasmas que están siempre con un pie entre lo literal y lo metafórico. El puzle narrativo es virtuoso e intrigante, y aunque a veces se siente antojadizo, siempre es efectivo. Con episodios dedicados a seguir el punto de vista único de alguno de los personajes y otros que funcionan como la catarsis de una familia demasiado dañada y proclive a los secretos, el éxito de la serie está no solo en sus muy bien diseñados sustos, sino en crear un drama familiar potente que tiene tanto que decir sobre lo sobrenatural como sobre las enfermedades mentales, el abuso de las sustancias y/o la dificultad de superar los traumas de la infancia. Y aunque el elenco está de lujo (en ambas líneas temporales), lo que más se luce aquí es esa narrativa fina pocas veces vista en el género del terror, que pone tanto cuidado en la escenificación de una inquietante aparición fantasmal, como en la construcción y destino de un personaje en específico (ojo con esa joya de capítulo que es el quinto, "The Bent-Neck Lady"), o en la elección del difícil recurso del plano secuencia en un episodio crucial para todos los personajes ("Two storms", sexto), cuyas hazañas técnicas y artísticas ya la hacen de antología. Bien por Mike Flanagan ("Gerald's Game", "Hush"), que con esta serie se transforma en uno de los realizadores que hay que tener en cuenta, dentro del género o fuera de él. Y aunque es cierto que la calidad no se mantiene tan alta en toda la temporada, hay que decir que el solo hecho de haber llegado a semejantes alturas transforma "La maldición de Hill House" en la mejor televisión que se ha visto este año.
"The haunting of Hill House". Netflix.