De no mediar una hecatombe, Universidad Católica será campeón. Tras sortear con éxito su final anticipada con la Universidad de Concepción, quedó en claro -con un equipo diezmado- que tiene la fortaleza para sortear con pragmatismo las vallas más complicadas.
Hay en este triunfo un mérito insoslayable, que refuerza el elogio para Beñat San José, que ha hecho bastante con muy poco. Tener que afrontar el duelo con tantas ausencias, que obligaron a un cambio de nombres y de esquema, pero además con el sangramiento interminable de Fuenzalida, fue una prueba forzada para las capacidades del plantel. Insistir en que el fútbol de los cruzados no pasará a la historia ni encantará a todos los paladares ya sería majadero, sobre todo porque todos tenemos tasado el torneo, que es emocionante, pero de escaso vuelo.
Los penquistas pecaron otra vez de conservadores. Es una escuadra excesivamente timorata, más preocupada de neutralizar las bondades del adversario que del lucimiento de los méritos propios. Que el técnico Francisco Bozán explicara su planteamiento en virtud de las características del rival habla de una sobrelectura de las bondades de la UC, quedándose muy corto en las propias. De hecho, solo al final, y con muchas limitaciones, los del Campanil pudieron brindar una lucha pareja.
Que el principal adversario de los cruzados en la lucha por el título sume cinco derrotas consecutivas como visitante habla nítidamente de lo irregular de la competencia. Y que Antofagasta dejara pasar, por segunda semana consecutiva, la posibilidad de asaltar la cima, lo refrenda. Para los cruzados, el tránsito ha sido y seguramente será de una comodidad impensada.
Y se da en medio de dos crisis profundas. La de Colo Colo, que es netamente futbolística, y que lo tiene sin línea táctica y con mucho desánimo en la parte final del torneo, donde se juega la clasificación a una copa internacional. Y la de Universidad de Chile, que otra vez se ve enredada en las jerarquías y el orden interno por el insólito caso de Soteldo, que viene a sumarse a muchos otros que se han vivido en el último tiempo, como el doble escándalo de Pinilla (la transferencia y la lesión), Miguel Ponce o la relación de sus últimos técnicos con el plantel. Si el gerente deportivo Ronald Fuentes fue contratado para aliviarles la vida a los dirigentes, eso no se ha notado ni ha sido posible.
En ese panorama, el futuro de los cruzados parece cómodo. Se están probando la corona de campeones con más sacrificio que brillo. Con más sufrimiento que gozo. Pero eso a su hinchada le hace más dulce el festejo.