La novela policial criolla tiene una historia tambaleante y, hasta la fecha, su mejor exponente ha sido el puntarenense Ramón Díaz Eterovic, con un investigador privado a la más antigua y tradicional usanza del género. Valeria Vargas, con estudios de literatura y estética en Chile y especializada en la escritura de guiones, ingresa al género con una primera novela atractiva y bien escrita, con personajes firmemente delineados y una trama que de repente parece perderse en recovecos innecesarios, pero que, finalmente, cumple con la expectativas del lector. El final es sorpresivo, y la protagonista puede continuar su carrera; no en vano el subtítulo del libro es
El primer caso de Laura Naranjo. Dentro del molde clásico, Vargas se anota varios puntos interesantes que hacen más atractiva la lectura. El primero es que el caso, o el misterio que rodea a Teodoro Kinzel, el joven millonario que décadas atrás degolló a su tío y murió de sarampión en la cárcel, parece resuelto en el primer tercio de la novela. Lo atractivo es cómo la autora vincula ese caso, ya anclado en la historia del país, con otros crímenes más cercanos y con amenazas que de pronto pasan de ominosas a terribles certezas. Como es habitual en la novela policial, hay pasos en falso, callejones sin salida y repentinos (y causales) descubrimientos. No hay asesinato perfecto; al menos, no en el género policial.
El segundo elemento recuerda, por contraste, la novela
Diario de la guerra del cerdo,de Adolfo Bioy Casares. En ella, los jóvenes le han declarado la guerra a los viejos, que se ven obligados a resistir (y ello implica un conjunto de operaciones distintas, estratégicas y logísticas). En la novela de Vargas, los viejos -cada vez más numerosos y aburridos, sobrevivientes que luchan en batallas cotidianas contra el peso de los años- se organizan espontáneamente para vigilar a la sociedad e investigar crímenes recientes que no han sido resueltos por la policía o casos antiguos que permanecen en la oscuridad. Laura Naranjo los espía como pasatiempo, tras haber roto su matrimonio y haber quedado en una precaria situación económica. Un encargo de trabajo sobre crímenes históricos la devuelve, sorpresivamente, a esos viejos -algunos muy extravagantes- cuyas rutinas conoce bien y que resultan ser una caja de sorpresas. La protagonista es uno de los puntos fuertes de la novela; no es la clásica investigadora llena de dureza y filo racional, sino una mujer inquieta, intuitiva y frágil que, no obstante, llega donde tiene que llegar.
Valeria Vargas
Hueders.
Santiago, 2018.
176 páginas.