El fútbol chileno ya resolvió su problema más urgente: la supervivencia. Después de las licitaciones del CDF y de las selecciones, tiene flujos de dinero asegurados hasta para el más desastroso de los administradores o los más voraces depredadores. Por eso, para esta elección, lo que está en juego no es un programa de desarrollo, sino de mera administración.
Los desafíos de Quilín en el corto plazo son otros, también urgentes. Desarrollar infraestructura propia (ya sin depender del Estado) para las selecciones, modernización de nuestros principales estadios y, sobre todo, lograr la independencia del poder político y policial en el tema de la violencia, lo que tiene coaptada a la industria, que debe aceptar aforos, horarios y condiciones ridículas por su evidente incapacidad, desidia y complicidad para poner fin al problema de las barras bravas. Es allí donde Arturo Salah y su directorio se quedaron empantanados.
Por eso, presentar un programa de gobierno es incómodo e inviable. Porque cualquier medida que se proponga para invertir dineros o aplicar sanciones va en sentido contrario de lo que desean los votantes. Por eso no habrá debate en estas elecciones, y si lo hay, será de una hipocresía sin límites, con frases llenas de eufemismos y falacias. Lo que les gusta a los dueños de clubes es hablar de consenso, aunque no tengamos claro en torno a qué.
Lo evidente es que no hay candidatos dentro de la Asamblea. Que en esa entelequia del "continuismo" versus "la oposición", nadie entiende exactamente a qué nos estamos refiriendo. Sabemos lo que quieren los prestamistas que están a cargo de los clubes, pero no sabemos por qué van en la misma lista que los clubes populares, por ejemplo. Y entendemos que buscan un candidato "respetable" para maquillarse ante la opinión pública, aunque la mayoría pareciera querer evadir la vinculación con este grupo pequeño de dirigentes con fines, procedimientos e imagen tan precaria.
Por eso no es extraño que quien evidencia más ganas venga de afuera, y no del Consejo. Y pese a las evidentes contradicciones de Harold Mayne-Nicholls, hay que celebrar su entusiasmo. El programa se lo estará comunicando -uno a uno- a los votantes, aunque su afán por aliarse con sus antiguos adversarios nos haga sospechar que será difícil que conozcamos en detalle todas sus propuestas. Como ex funcionario FIFA y Conmebol del período más oscuro, salió ileso ante la gente, aunque cayó en el mismo pecado que todos sus antiguos colegas y amigos: pidió favores en el momento más oportuno, aunque en la evaluación actual Mayne-Nicholls privilegie la cuantía de la prebenda al mero hecho de aprovechar su rango y circunstancia para pedirla.
Si finalmente hay enfrentamiento, los votantes le recordarán, más que sus contradicciones éticas, el "no arriesgar capital", lo que es indesmentible. Y nosotros tendremos que asumir que, como en todos los gremios de propietarios, las motivaciones no suelen ir en sintonía con las aspiraciones de los clientes y usuarios. Solo vale advertir, a estas alturas de la carrera, que la búsqueda de ambos bandos se ha complicado hasta límites sospechosos. Y que, digan lo que digan, ser presidente del fútbol sigue teniendo un costo, que los que votan no han pretendido reparar.