Los hechos están dentro del televisor y en los programas del fin de semana que continúan martes, miércoles o jueves: partidos de fútbol transmitidos desde estadios de Europa. En un par de canales internacionales el encuentro detallado y completo, y lo destacado -goles y jugadas-, se replica en las noticias locales no una vez, sino varias veces.
¿Cada cuánto juega el Real Madrid de España?
No se necesita una respuesta exacta, sino aproximada, y la única posible es que a cada rato. Así que un ejemplo es el mediocampista alemán Toni Kroos que no se pierde una, pero lo que es bueno para el Madrid, lo es para el Barcelona, porque Lionel Messi está siempre, y cuando no está, mejor lo ponen para no perder y para que el Barcelona aparezca.
¿Y el West Ham, la Juventus o el Galatasaray? ¿Benfica, Mónaco o Sevilla? ¿Chelsea, Atlético Madrid o la Roma?
Participan todo lo que pueden, algo incrustado en el ADN de un equipo de fútbol, que algún año se traduce en trofeos y clasificaciones, pero lo de fondo y lo que persigue es jugar más. Jugar y competir. Nada de dosificar, saltarse una semana, descansar otra y prepararse para el torneo X y no para el Y que están jugando, que paradojalmente dilapidaron por despreocuparse del torneo Z. Jugar por el abecedario entero.
José Mourinho aparece hasta en la sopa de las noticias deportivas y por eso, cada tres días, la pregunta se reitera: ¿pone a Alexis Sánchez de titular, lo lleva en la banca o no lo convoca?
Los niños y jóvenes chilenos, como los del mundo entero, están pegados a una competencia que consumen con fervor y conocimiento, porque aprecian su calidad, intensidad y lealtad. No como acá. ¿Es duro de leer? Mejor de nuevo: no como acá.
Aprenden de insignias, colores y clubes que permanecen en la gran cancha de fútbol y mejor si es en un plasma grande y en HD. Ven un tren programático implacable e incansable y así, por cierto, se forma la mentalidad, se asumen creencias y surgen otras enseñas. El mundo del fútbol ya no es tan ancho y tampoco tan ajeno. Esos equipos y torneos alimentan la cabeza, amplían el vocabulario y encienden la pasión de los jóvenes chilenos.
Esto explica que en el futuro los niños nacidos en la Isla Grande de Chiloé sean hinchas del Bayern Munich o del Barcelona. En Las Condes habrá del Real Madrid y del PSG. En Ñuñoa una mezcla: Valencia, Inter y los dos Manchester. Y así desde Arica a Magallanes.
¿Cuál es la conclusión?
Que puede ser una exageración. Y que lo anterior no es más que un cuento de viejo, porque los viejos, entre paréntesis, son de equipos chilenos. A ellos no les cabe otra cosa en la cabeza.