Universidad Católica quedó a cinco puntos de sus escoltas, a diez de la Universidad de Chile y a quince de Colo Colo, restando 18 por disputar. Si, como ha ocurrido hasta ahora, administra adecuadamente esa ventaja, se convertirá en el nuevo campeón del fútbol chileno. Algo que, con objetividad, veían difícil hasta en San Carlos de Apoquindo a comienzos de la temporada, donde la apuesta fue rebajar costos debido a la eliminación de los torneos continentales.
La escuadra de Beñat solo ha perdido un partido (frente a Colo Colo en la primera rueda), y ha cosechado su puntaje con sacrificio y sin demasiado brillo, como ocurrió en el clásico disputado ayer. Nada grave, por más que a muchos de los hinchas cruzados, que suelen recalcar su paladar fino por el buen fútbol, el apoyo a esta escuadra les salga forzado y con cierta tibieza.
Igual, a la hora del balance, se destacará la solidez de Dituro y de su retaguardia, la solvencia de Aued y Buonanotte en el mediocampo y el innegable aporte de Sáez en la segunda rueda. Tras el triunfo ante los albos, el "Luli" explicaba parte de la estrategia: "Sabíamos que nos enfrentábamos a un gran plantel que viene sometido a mucho trajín, así es que los desgastamos en el primer tiempo, asumiendo que en algún momento bajarían el ritmo".
Es decir, un equipo que tasa al rival, lo calza en sus flaquezas y no se desespera. Y eso, ante Colo Colo, parece tarea fácil. Los albos vivieron una pesadilla: jugaron en cancha pesada, en un partido friccionado y a escasos días de otro duelo vital por la Libertadores. Atrapado en sus propios temores -y sin las variantes habituales por una insólita decisión de Héctor Tapia de marginar a Valdés y Fierro de la citación en el duelo clave del torneo-, terminó cediendo ante un equipo que no ofrece flaquezas evidentes.
El principal mérito de los cruzados, a mi entender, es el afán de buscar en la cantera las soluciones que no encontró en los refuerzos. Kuscevic, Saavedra, Munder y Rebolledo son nombres que se consolidaron no sin dificultades, sobre todo cuando Beñat insistía en las rotaciones, y en un plantel en el que las opciones para los jóvenes llegaron gracias a que los que se incorporaron a comienzos de año no dieron el tono.
Ahora, como ha pasado otras veces, con seis fechas y dos recesos por delante, el desafío de los católicos será asegurar la corona, porque pedirles que llenen todos los paladares ya sería demasiado. Campeones con calculadora ha habido muchos, pero la historia dice que en torneos largos sumar apenas una derrota amerita medalla de distinción. No es culpa de ellos que los rivales les abran el camino a la redención, después de una temporada miserable el 2017. Dignidad es la palabra, y, como ya está dicho, con eso debería sobrarles.